Al poco de entrar en Cien Fuegos (“la última librería latinoamericana de París”, dicen en su web), te ofrecen un café que sienta de maravilla en medio de la cruda y fría, ventosa tarde de invierno. Y uno comienza a entretenerse ahí hojeando libros. En uno de John Cage, Indeterminación, encuentro una sutil declaración de fe en la ficción: “Cuando a Sri Ramakrishna se le preguntó por qué, siendo Dios tan bueno, existe el mal en el mundo, respondió: Para hacer más densa la trama”.
No tardo en detectar libros que se anuncian como “autoficciones”, como si el Quijote y todas las demás novelas no lo fueran. O, mejor dicho, como si todas las supuestas autoficciones no fueran más que “ficciones” simplemente: historias inventadas que por supuesto tienen elementos de realidad (sigue leyendo)