OJERIZA AL CRITICADO

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El poeta chileno Enrique Lihn suponía que el odio que algunas personas manifestaban hacia él venía de haberlas visto durante treinta años sin haberlas saludado jamás. Lo explica Roberto Merino en Pista resbaladiza (Universidad Diego Portales), quien a renglón seguido observa que los políticos, en cambio, siempre saludan, porque saben que un ofendido es un voto menos. /// Recuerdo que, cuando fui miope —misteriosamente dejé de serlo—, algunos me reprochaban que pasara por su lado sin decirles nada, lo que terminó por llevarme al extremo de saludar a cuanta figura borrosa veía de lejos y me parecía familiar. Naturalmente, semejante exceso de celo me buscó la ruina y me llevó al ridículo, pues no paraba de saludar a desconocidos que me tomaban por chiflado. [sigue leyendo]

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