[La VANGUARDIA, Masoliver Ródenas]
Una nueva antología de relatos del prolífico autor asturiano certifica la originalidad y la imaginación de la escritura de Ricardo Menéndez Salmón]
Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1971) es un prolífico autor de ensayos, novelas y relatos, guiado siempre por la imaginación, el rigor y una sólida formación cultural, aunque muchas veces, como en el caso de Borges o Vila-Matas, las referencias sean inventadas, para mayor desconcierto y amenidad, que acabamos aceptando como guiños. Para hacerse una idea de esta poderosa y original escritura, basta con acudir a la Trilogía del mal –integrada por La ofensa (2007), Derrumbe (2008) y El corrector (2009)– o a Homo Lubitz (2018) y, ahora, a la antología de relatos Los muebles del mundo , publicados entre el 2002 y el 2013.
Tras celebrar “los poderes y misterios” del género, justifica, para mi escandalizada sorpresa, que lo haya abandonado por “la certeza de que el relato como asiento de la escritura ha agotado su sentido”, silenciando la más triste realidad: que las editoriales –que al fin y al cabo son empresas, no instituciones de beneficiencia– sean reacias a publicarlos por la escasez de lectores, lo que acaba por resultar una anomalía.
Los muebles del mundo es, como lo que el autor considera a la literatura, “un lugar de celebración”. A lo largo del libro, entre las muchas reflexiones, siempre integradas a la materia narrativa, incluye las relacionadas con su escritura. En Eternidad encontramos a Manuel “ buscando las ”, que es lo que ocurre en su prosa; subraya “ la capacidad de decir el mundo en imágenes” y que “ todos los artistas trabajamos sobre un fondo común de obsesiones”. Aquí las obsesiones son las mujeres, el tiempo (el vínculo entre el pasado y el futuro, como en –por citar el más obvio–, A nuestros amores ), la muerte, la vida a punto de desaparecer y, como en el excelente La vida en llamas , la relación entre vida y muerte.
Hay una misteriosa atracción por el color azul (como en Los caballos azules ), por las fechas, o por los nombres de los personajes. Importan también los países donde tiene lugar la acción, es una escritura cosmopolita: Kiev, Leipzig, Trieste, San Petersburgo, Amsterdam, Manchester, Buenos Aires, Montevideo, Florencia o su Asturias, por lo que le resulta “ duro vivir sin el consuelo del mar”; y en España, hay que ir con cuidado porque “ las españolas no se depilan”.
Varios relatos giran en torno a la pintura. Y, como en otros libros suyos, la referencia a escritores, algo que es siempre un reflejo o una expresión de lo que se está narrando: Joyce, que da título a un cuento, Hablemos de Joyce, si quiere, Nietzsche, tan presente en Vampiros en Weimar, Schubert, Keats, Chesterton, Malcolm Lowry o el Beatle George Harrison.
En casi todos los cuentos, como en El Decamerón, de Boccaccio, el protagonista nos cuenta una historia, que a veces no puede recordar del todo, por la presencia del olvido, frente al dominante recuerdo. Narraciones que se prestan a la fábula, a lo insólito y a lo inverosímil, y es que lo inverosímil existe en la buena literatura. El presagio de la tragedia en Ruido de fondo; la hora del lobo en El terror; la habitación para gritar, en Gritar; el transcurrir de todas las edades en Las noches de la condesa Bruni; la vida de un cuadro, con los demonios azules, en Los ancestros; las cincuenta y seis ballenas en el relato del mismo título, y así hasta el final, porque “basta con observar una cosa mucho tiempo para que se convierta en interesante”. Vivimos en la extrañeza porque es lo que nos ofrece la vida. Y a ella llega Menéndez Salmón a través de una imaginación febril.
Ricardo Menéndez Salmón Los muebles del mundo Seix Barral 272 páginas 19 euros