¿En qué momento aprendí a escribir frases literarias? Ahí puede estar el quid de la cuestión, la esencia de todo aprendizaje retórico. ¿En qué momento uno se convierte en escritor? Posiblemente en el momento en que traspasa la frontera que separa una frase vulgar de una literaria. Si no recuerdo mal, Pere Gimferrer, en Itinerario de un escritor cita estos versos de Góngora: «quejándose venían sobre el guante / los raudos torbellinos de Noruega». […] Gimferrer nos explica el significado de estos versos aparentemente difíciles de comprender: el guante es el guante de los halconeros […]. «Los raudos torbellinos de Noruega» quiere decir los halcones que se suponía que venían de tierras hiperbólicas, precisamente de Noruega, que en aquel momento era un nombre genérico y extraordinario. / Está claro que Góngora podría haber utilizado un lenguaje más directo, más vulgar. Lo habríamos entendido mejor, pero no habríamos leído unos versos memorables, sino una frase de absoluta banalidad prosaica, como una de esas frases que solemos entrecruzarnos siempre con los taxistas de nuestras ciudades nerviosas./ La literatura apareció en mi guante como un raudo torbellino de Noruega.”
(del prólogo a la edición de 2005 de LA ASESINA ILUSTRADA)