EL PRESENTE ERA ESTO [Café Perec]

Screen Shot 2019-08-22 at 9.57.53 a.m.Es cómica la cantidad de autores que últimamente aseguran haber advertido el “asombroso parecido” entre lo que sucede en esta época de pandemia y los que ellos relataron en algunas de sus novelas. Y es cómica porque hasta parece mentira que les sorprenda esto cuando la atmósfera paralizante y mortal que ha ido creando el virus lleva ya en realidad años arraigada entre nosotros. De hecho, si nos molestáramos en mirarlo todo mejor, veríamos que vienen los libros recogiendo esa atmósfera desde tiempo inmemorial. Para comprobarlo basta con que abramos cualquier ejemplar de nuestra biblioteca portátil (la que siempre está preparada para salir de viaje) y ahí enseguida encontraremos descrito ese fallo en el sistema del que ha nacido la pandemia. Ese fallo se llama La avería en el libro del mismo título de Friedrich Dürrenmatt que ha publicado Periférica: una breve pieza magistral del autor suizo, donde se nos describe un mundo que trastoca el concepto de mal por el de avería. Pero es que también a la más famosa de las averías (la muerte) la encontramos en el libro vecino al de Dürrenmatt, la encontramos en Ese mundo desaparecido, de Dennis Lehane (en Salamandra), donde ayer mismo leí estas líneas: “El presente era esto y la muerte se le acababa de plantar más cerca que nunca; se le había sentado en el hombro y le estaba acariciando el cabello con los dedos”.

El presente era esto. Lo subrayé. No había frase que mejor resumiera la imagen pandémica por excelencia: esa sensación ininterrumpida de tiempo suspendido, paralizado, que, al carecer de un futuro visible, permite que acabemos viviendo –entre proyectos cancelados y recuerdos de otras tardes– en el presente del pasado, revisando en un inagotable y absurdo bucle lo que hicimos y leímos. Esa es la profunda gris atmósfera en la que nos hallamos sumidos. Y pensar que, hasta no hace tanto, simplemente salir en automóvil por ejemplo nos creaba la impresión de libertad, de avanzar hacia adelante. Aunque, ¿hacia dónde creíamos avanzar? ¿Acaso no nos lo había advertido ya F.Scott Fitzgerald al final de El gran Gatsby cuando dijo que solemos ir adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado?

Pero es quizás Los anillos de Saturno el libro que cuenta más directamente lo que sucede ahora mismo en este presente confuso y desgraciado en el que nos hallamos. En él, un tal Sebald acaba hospitalizado en estado cataléptico, con una sensación de enajenación total relacionada con las alucinaciones propias de encontrarse en un lugar elevado, mirando al mundo desde arriba. “Si nos observamos desde una gran altura es espantoso darnos cuenta de lo poco que sabemos sobre nuestra especie, nuestro propósito y nuestro fin”, escribe el tal Sebald, consciente de nuestra insignificancia y del clima de parábola agotada que nos envuelve a todos, del clima de  parábola ya recorrida, que por si fuera poco incluye dentro de ella el detalle más terrorífico: la ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad.

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