LA AUTORA QUE NO SE ALINEÓ (Natalia Ginzburg)

nginzENRIQUE VILA MATAS. EL PERIÓDICO (viernes 8 julio 2016) “Durante generaciones y generaciones —observa Italo Calvino en el prólogo de Y eso fue lo que pasó (Acantilado) —  lo único que han hecho las mujeres de la tierra ha sido esperar y sufrir. Esperaban que alguien las amara, se casara con ellas, las convirtiera en madres, las traicionara”. De esta siniestra atmósfera surge la voz de la gran Ginzburg. Lo admirable de esta escritora es que no se alineó nunca en el sector llamado “literatura femenina”, no dividió la literatura en lo escrito por hombres y lo escrito por mujeres. En realidad, no se alineó con nadie, porque era una escritora-escritora, sumamente singular, única, como –por poner dos ejemplos más de escritoras que rivalizaban directamente con los mejores autores literarios– Marguerite Duras y Patricia Highsmith. Yo creo que las tres –espero no ser malentendido- operaban como escritores, no sentían que tuvieran que recurrir a su condición femenina para intentar ocupar un lugar en la sociedad literaria.  Sartre rechazó unos relatos de Marguerite Duras. La recibió en Les Temps Modernes, pero para decirle en un tono huraño: “No puedo publicarla. Escribe usted mal”. Y, por los mismos días de 1955, Simone de Beauvoir le decía al editor Gallimard: “Explícame a Duras, no entiendo nada”. Y Highsmith hacía que sus novelas las protagonizaran hombres, porque éstos eran para ella más interesantes, tenían menos sentido común que las mujeres. “Parece un hombre”, sentenció Hitchcock. “Demasiado inteligente y libre, es como nosotros”, dijo Chandler. De Ginzburg dijo Luigi Malerba (un gran gilipolla, aunque tiene una novela excepcional: El serpiente): “Es la gallina pensativa: como no tiene ideas para una trama compleja, se dedica a hablar de su infancia y de su familia. Y tiene éxito”.

Hoy en día Léxico familiar ya es un clásico. Uno de los libros más esenciales del siglo pasado.  Lo lei en junio del 89 y me fascinó. Creo que, por aquellos días, lo mismo le pasó a Ignacio Martínez de Pisón, y no es extraño que eso ocurriera porque algunos de los personajes de ese libro recuerdan a los de Pisón cuando nos producen una ternura tan conmovedora como infinita.

¿Por qué es tan actual Ginzburg? Porque en lugar de decir las patochadas que en su tiempo decían las escritoras “de alma femenina”, ella hablaba en estos términos: “Nunca como hoy los destinos de los hombres han estado tan estrechamente ligados entre sí, de modo que el desastre de uno es el desastre de todos”

Ginzburg, Highsmith, Duras. Escritoras que crearon un estilo muy personal, inconfundible, que a la larga –como la increíble Emily Dickinson, mi preferida– lograron imponer sin tener que recurrir a ningún perfume de mujer, ni cuota alguna.

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