LOS MIEDOS DEL ESCRITOR por Piedad Bonnet

Princeton, NJ / USA - 4/3/2020: Empty campus of Princeton University during Coronavirus quarantine at day

Princeton, NJ / USA – 4/3/2020:

A los escritores nos persiguen muchos miedos en relación con el oficio; tantos, que podríamos llenar cientos de páginas hablando de ellos. Tememos al fracaso, a caer en lo que odiamos, a ser cursis. Yo a mis veinte años, por ejemplo, cuando ni siquiera podía decir que fuera escritora, temía, como Kafka, a la esterilidad: a que se me secara la fuente creativa. Hace mucho desterré ese miedo, entre otras cosas porque, mientras más escribo, más temas aparecen en mi cabeza. De modo que ahora lo cambié por otro: el de que la vida no me dé tiempo de desarrollarlos. Tenía también el temor de no saber eludir la impronta de algunos de mis escritores preferidos. El miedo a las influencias, del que habla Harold Bloom. Y es que hay algunos autores avasallantes, que incitan, tal vez por su ritmo, a la imitación: Julio Cortázar, Thomas Bernhard, Wislawa Szymborska. Del «vampirismo literario» habla, con su gracia infinita, Vila-Matas en El mal de Montano. Porque ¿qué autor no roba a otros? «Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte», escribió Horacio Quiroga en su ‘Decálogo del cuentista’. Pero claro, siempre que no se te note.

Hay que temerle también al agotamiento. ¿Les ha sucedido alguna vez que han corrido a comprar el último libro de un autor que admiran, y descubrir, decepcionados, que lo que leen pareciera una especie de ‘remake’ de alguna obra anterior? De eso hablo. De parecerse demasiado a uno mismo, de repetirse. Les pasa mucho a los escritores casados con un estilo, y que en vez de desarrollarlo se petrifican en una especie de fórmula que ya nada revela. En el terreno de la pintura, algo de eso hay en Fernando Botero, por ejemplo: tan buen pintor, pero obligado por él mismo a pintar gordos hasta el fin de sus días. Qué condena.

También se repiten los que caen en la trampa del ‘éxito’. Por ejemplo, aquel que después de escribir una saga familiar y ver que tuvo buena acogida y hasta le dio fama y dinero, en vez de pasar a otra cosa decide volver a exprimir la historia sin que dé para eso. ¿Les suena conocido? No todos los ‘best-seller’ son libros frívolos o facilones, ni más faltaba, pero un éxito comercial estruendoso nos puede llevar a creernos el cuento, o amedrentarnos de tal modo, que nos paralicemos, al menos por un tiempo, por terror de no cumplir las expectativas de un público, que, por lo demás, pareciera tener siempre avidez de segundas partes. Por eso resultan admirables aquellos autores que, como Delphine de Vigan después del extraordinario éxito de su libro autobiográfico ‘Nada se opone a la noche’, saben eludir las presiones de un público que quiere «más de lo mismo», y apostar por aventuras literarias distintas.

Así como hay que temer al éxito, también se debe desconfiar de los demasiados aplausos. En un bello cuento de Amos Oz, un escritor, terminado el recital donde ha sido largamente ovacionado, deambula por la ciudad ajena, ya tarde en la noche, oyendo sólo el retumbar de sus pasos. Una especie de recordatorio de que, después del abrazo del público, volvemos, indefectiblemente, a la soledad de nosotros mismos.

(ABC / Suplemento cultural, 20 Nov 2021)

 

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