Mérida, en los Andes venezolanos.

Ednodio Quintero, Gregory Zambrano y Diómedes Cordero, 1991

Ednodio Quintero, Gregory Zambrano y Diómedes Cordero, 1991

Treinta años de la Bienal de Mérida, por Ednodio Quintero: En 1980 fundé y dirigí la revista SOLAR, de Mérida, dedicada a divulgar las expresiones culturales de la región y abriéndose camino sin complejos hacia las manifestaciones del exterior. Conté con el apoyo solidario del Instituto Municipal de Cultura, dirigido por el eminente escultor Manuel de la Fuente y por Jesús Rondón Nucete, alcalde de Mérida. Esta primera experiencia duró apenas un par de años. La retomé en 1990 y en esa ocasión se prolongó hasta 1994 con los mismos apoyos.

A la segunda etapa de SOLAR, de grata recordación, se sumaron en distintas fechas al equipo editor Julio E. Miranda, Armando Rojas Guardia y Nuni Sarmiento. Antes, a finales de 1987, había conocido a Diómedes Cordero, recién graduado en Letras por la ULA, que cursaba un Máster en Literatura Hispanoamericana en compañía de Gregory Zambrano, Piedad Londoño y Sobeida Núñez. Por un venturoso azar ellos cuatro, más el suscrito, nos convertimos a partir de 1991 en el núcleo fundamental de un proyecto que en sus inicios lucía utópico, del cual estamos celebrando los treinta años de su primera edición: la Bienal de Literatura Mariano Picón Salas.

La creación de la Bienal surgió de una conversación que sostuve con mi amigo Manuel de la Fuente en el mítico café Santa Rosa. Manuel había creado con indiscutible éxito la Bienal de Artes Plásticas, y sugirió en passant la posibilidad de crear una Bienal de Literatura. Diómedes, Piedad, Sobeida y Gregory se entusiasmaron con la idea y comenzamos a darle forma al proyecto. Manolo o Gregory, no lo recuerdo con precisión, sugirieron el nombre de Picón Salas, el merideño universal, y todos estuvimos de acuerdo.

No es mi propósito auto elogiarme en este dossier que da cuenta de manera parcial de los muchos logros alcanzados por la Bienal de Mérida a lo largo de sus nueve ediciones. Los invito a leer los veintiocho testimonios, los siete fragmentos de los discursos de orden de los siete Doctorados otorgados por la ULA por iniciativa de la Bienal, los fragmentos de las ocho Ars narrativas seleccionadas entre las veintitrés que ofrecieron los narradores de la II Bienal, el perfil que hace el doctor Gregory Zambrano de la figura de Mariano Picón Salas.

Sin embargo, debo destacar algunos puntos de los cuales el quinteto inicial y las personas que se incorporaron posteriormente al equipo de trabajo —Luis Moreno Villamediana, Víctor Bravo, Alejandro Padrón, Alexander Bustamante, Susana Marchán, Pedro Rangel Mora, entre otros— nos deberíamos sentir satisfechos y orgullosos.

A la cita de Mérida acudieron novelistas, cuentistas, poetas, investigadores, académicos, ensayistas, periodistas y fotógrafos de todos los países hispanoamericanos, de España, Francia, Estados Unidos y China. Revisando los programas de las nueve Bienales encontré que los asistentes suman la impresionante cifra de mil doscientos. Nombrarlos a todos convertiría el dossier en una performance minimal que recordaría la guía telefónica de NY.

Habrá que recordar que además de los que aparecen en los testimonios, los Doctores Honoris causa, los que nos ofrecen los fragmentos de sus Ars narrativas, los que integran la sección que hemos titulado “Galería”, por aquí pasaron importantes e imprescindibles personajes de nuestra lengua: Juan José Saer, Salvador Garmendia, Alejandro Rossi, Juan Liscano, Domingo Miliani, Noé Jitrik, José Manuel Briceño Guerrero, Julio Ortega, Héctor Abad Faciolince, Edgardo Rodríguez Juliá, Mario Bellatín, Manlio Argueta, Juan Calzadilla, Stefania Mosca, Héctor Libertella, Ana Enriqueta Terán, Alfredo Silva Estrada. Y el gran poeta Pepe Barroeta, quien fuera el presidente de la Fundación Casa de las Letras Mariano Picón Salas, organismo legal que desde 1994 nos permitió agilizar todos los trámites para el financiamiento de la Bienal. En la creación de la Fundación fue clave el apoyo de nuestro amigo Rafael Arráiz Lucca.

Es pertinente recordar que desde su primera edición la Bienal convocó un concurso de narrativa, ensayo y poesía, que además de una importante remuneración conllevaba la publicación por parte de Monte Ávila Editores de los libros ganadores. Y de esa manera se reconocieron las obras de algunos veteranos (Ana Teresa Torres, Carlos Noguera…) y se descubrieron nuevos valores (Miguel Ángel Campos, Luis Enrique Belmonte…).

La segunda Bienal (1993) tuvo una repercusión especial pues en ella coincidieron los más importantes narradores de América Latina y España, un total de veintitrés entre veteranos y otros que se destacarían en el futuro. Como un eco no menos significativo, César Aira, el crack de las letras argentinas, escribió una novela, El congreso de literatura, inspirada en su paso por la Bienal: fantasioso y desopilante relato cuya primera edición lleva el sello de la Bienal, que se ha convertido en la obra de Aira más divulgada en español y otros idiomas.

Capítulo especial merece la iniciativa de la Bienal en la concesión de los siete Doctorados Honoris causa otorgados por la ULA a cuatro poetas: Rafael Cadenas, Juan Sánchez Peláez, Ramón Palomares y Eugenio Montejo; dos narradores: Enrique Vila-Matas y Victoria de Stefano; y una señera figura del renacimiento: Simón Alberto Consalvi. Cabe destacar la predilección del doctor Vila-Matas por nuestra ciudad. Asistió a dos Bienales, y en 2001 cuando le otorgaron el Premio de Novela Rómulo Gallegos viajó a Mérida atendiendo una invitación de la ULA por un período de tres días y se quedó tres semanas, por su propia iniciativa, en compañía de su esposa, la encantadora y sin par Paula de Parma.

Honrar honra. Desde el principio contamos con el apoyo del gobierno regional, y en su época con la del Consejo Nacional para la Cultura (Conac), y por encima de todo con la insoslayable solidaridad de la Universidad de los Andes. También con los esporádicos apoyos de algunos bancos (Banesco) y de la empresa privada (Econoinvest), destacando las generosas y puntuales colaboraciones a lo largo de las nueve ediciones de la Bienal por parte de la Fundación Bigott y de la Fundación Polar, gracias a los buenos oficios de sus respectivos directores, Antonio López Ortega y Graciela Pantin.

Este dossier es una iniciativa de mi amigo Nelson Rivera, siempre atento al acontecer cultural de nuestro vapuleado país. Desde el primer momento acepté la idea de asumir la coordinación del mismo: arduo trabajo que estuve a punto de abandonar. Ahí tienen el resultado. Con él me despido manifestando mi satisfacción por la labor cumplida. No les prometo que tendremos una décima Bienal. Expreso las gracias a Nelson por su idea y por su aliento, y a Vasco Szinetar por su valiosa contribución en la parte gráfica.

 

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