«Hay tiniebla en él, pero acoge luces en su interior, porque es brillante su prosa dirigida a lectores de antes; prosa que arde al modo de un cohete que como una araña explotara entre las estrellas y que incendia en su afán por extremar el estilo, la voz propia, y así de paso, como quien no quiere la cosa, maniobrar como si nada se hubiera colapsado en el mundo editorial y Nabokov siguiera, imperturbable, moviendo alfiles en los atardeceres de Montreux; es decir, como si se pudiera seguir escribiendo como en los buenos tiempos.»
Enrique Vila-Matas, El País