¿USTED VIO A PEREC?

¿Perec le encontró a usted o usted le encontró a él?

 Le encontré. Le vi de muy joven en París en una librería y, profundamente impresionado de estar tan cerca de él, me dediqué a espiarle con suma atención, tanta que en un momento determinado tenía yo mi propia cara a un palmo de la suya: fue como si su perilla me hubiera dejado magnetizado. No me olvidaré de aquel momento: Perec reaccionó y me dijo en voz muy alta (quería fundirme allí mismo de vergüenza): “El mundo es grande, joven”.

 ¿Qué cosas sucedieron a partir de ese encuentro?

 Que no volví a verle. Y que con el tiempo me dediqué a leerle. Está lleno de ideas minúsculas, que invitan siempre a ponerse en movimiento, a confirmar que, en efecto, el mundo es grande. En realidad fue un maestro del arte de la atención a lo minúsculo. En ese descenso al territorio de lo pequeño reside paradójicamente su grandeza, que también se apoya en otra paradoja, su afán de que perdure el vacío de la vida: “Escribir es tratar meticulosamente de retener algo, de hacer que algo de todo esto sobreviva: arrancar algunos pedazos precisos al vacío que se forma, dejar en alguna parte, un surco, una huella, una marca, o un par de signos”.

 ¿Qué es lo que hace a Perec un escritor tan moderno y actual?

 Que  quiere comunicarse con todo el mundo. Y que todavía hoy  cualquier línea suya dé un trabajo feliz a sus lectores. Porque es como si estuviera diciéndoles todo el rato que abran puertas, bajen escaleras, interroguen a todo aquello que les parezca que ha dejado de sorprenderles para siempre. Tiene una página de Tentativas de agotar un lugar parisino que puede perfectamente resumir su mundo: está sentado en un café de la plaza de Saint-Sulpice y se dispone a inventariar todo lo que ve allí. Es decir, se prepara para agotar todo aquello que tiene delante, o al lado. Hay pasión en todo lo que hace. Su sonrisa, su sombra, su aspecto, anunciaban lo que hoy llamamos Internet.

 ¿Qué significado tiene hoy en día un libro/película sobre un hombre que entiende el dormir como una acción en ‘Un hombre que duerme’?

 Ese ‘hombre que duerme’ es un pariente de Bartleby y, sobre todo, de Oblomov, aquel aristócrata ruso que no se levantaba nunca de su diván y que se preguntaba “cuándo vivimos” (y es que a Oblomov le parecía que la vida sólo pasaba a su lado).  Ese ‘hombre que duerme’ es aficionado a quedarse quieto y por tanto es buen discípulo del Kafka que escribiera esto: “No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate completamente solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se postrará extático a tus pies”

 ¿Con quién montaría y qué miembros incluiría una sociedad secreta perecquiana?

 La montaría con Vilnius y Débora, los jóvenes Oblomovs de mi último libro. Ellos son los fundadores de ‘Aire de Dylan’, una sociedad secreta que se dedica a teorizar sobre la indolencia y la desgana y sobre el derecho a apartarse del mundo viejo y putrefacto que nos han legado.

 ¿Algo más sobre Perec?

 No, porque podría escucharme. Ya está bien, ¿no le parece?

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