CARLOS FONSECA sobre ESTA BRUMA INSENSATA [Otra parte, Buenos Aires 2019]

Entre las múltiples anécdotas que se cuentan sobre los años que Wittgenstein pasó en Cambridge, siempre me ha atraído una en la que se narra la historia, tal vez verídica, tal vez falsa, de cómo el filósofo, célebremente huraño, debatía en una de las salas del Trinity College con un positivista del Círculo de Viena. Agotado por los monólogos del austriaco, el positivista le reprochó haber abandonado la noción de verdad.

“¿La verdad?” —preguntó furioso Wittgenstein, antes de tomar una tiza en mano. Apuntando a la tiza respondió: “Digamos que esta tiza es el lenguaje y que la verdad va hacia ti”. Casi no le dio tiempo al positivista a esquivar la tiza que en ese instante Wittgenstein arrojaba hacia él.

Hopper

He vuelto a recordar aquella simpática anécdota leyendo Esta bruma insensata, la última novela del inagotable Enrique Vila-Matas. Llegando hacia el final de la novela, en ese momento crucial en el que el protagonista finalmente se encuentra con su hermano Rainer Bros —una suerte de Thomas Pynchon catalán—, este le comenta que ha decidido escribir lo sucedido como una novela de no ficción. Contar, dice, la verdad y solo la verdad de lo sucedido aquel fin de semana, con los sucesos del 1º de Octubre como telón de fondo. La respuesta del protagonista, el recolector de citas Simon Schneider, es simplemente brillante: “[M]e parecía una imbecilidad, ya que para mí vivir era construir ficciones (…). Cualquier versión narrativa de una historia real era siempre una forma de ficción. Desde el momento en que se ordenaba el mundo con palabras, se modificaba la naturaleza del mundo”.

Esa respuesta, contundente y aguda, me hizo recordar el pedazo de tiza que —otorgándole el nombre de lenguaje— se dice Wittgenstein lanzó contra el pobre positivista de Viena. Y es que contra el pacto realista —“Contar la verdad y solo la verdad”— que determina gran parte de la producción literaria actual, Vila-Matas retoma en esta nueva novela la convicción de que la literatura trabaja bajo aquello que los físicos gustan llaman el efecto de refracción: la discrepancia de la realidad con respecto a sí misma producto de su paso por un medio, en este caso el lenguaje. La literatura trabaja ese espacio como espacio crítico y, por ende, como espacio político. Ante la avalancha de novelas que desesperadamente buscan ser contemporáneas narrando la realidad como si de un reality show se tratase, el logro de Esta bruma insensata recae en abogar por otra postura frente al presente: una postura desplazada, transversal, que —como sugería Wittgenstein con su tiza— honre la presencia del lenguaje en la construcción del mundo. Ante la ola de libros que confunden lo político con lo coyuntural (lógica insigne del mercado), la obra de Vila-Matas recuerda aquello que Nietzsche gritaba antes de caer rendido en Turín: que para ser realmente contemporáneo hay que ser intempestivo, ligeramente inactual. Es desde esa posición desplazada que nos provee el lenguaje, desde la cual se abre —a modo de paralaje— la distancia crítica que nos permite esbozar una discrepancia política frente al presente. Novela a novela, libro tras libro, la obra de Enrique Vila-Matas crece así como una fortaleza literaria resistente a las continuas cruzadas del ejército realista.

Enrique Vila-Matas, Esta bruma insensata, Seix Barral, 2019, 198 págs.

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