¿Y qué calla? Su angustia. Que es Infinita. Aunque tiene el detalle de ahorrárnosla para así poder dedicarse a perder su vida y su prosa por delicadeza. Porque, a diferencia de quienes confiesan con tanta emoción admirarle, Walser no quiere ni oír hablar de qué es una confesión de verdad, por mucho que en apariencia hable de sus cosas y de lo bien que siempre se siente. De ahí que tal vez su única confesión auténtica la encontremos en su relato El niño: “Nadie puede permitirse tratarme como si me conociera”. (leer artículo en El País)