PEGGY NO SE CASÓ.

peggEn el Día de la Mujer.

(…) Así pues, me sentí atraído por Mad Men porque 1) descubrí que en el fondo la serie me estaba describiendo el mundo moral de mis padres en los años sesenta y la relación que ellos tenían con la cultura dominante del momento. Y también porque 2) me reconcilió vivamente con lo narrativo, con su esencia, el cuento, el relato corto, y eso me llevó a descubrir cuál era el verdadero eje de la serie. Pero también porque 3) Mad Men, aunque de un modo lateral, se ocupaba del nacimiento de la contracultura, de la extraña, cruda, radical oposición al “sistema” en la que me formé a lo largo de los años sesenta; la serie hablaba de un modo secundario de ese movimiento, quizás tan sólo para que, como escribiera Jorge Carrión, “pudiéramos ver que si llegó a existir [esa creciente subversión desde dentro del sistema] fue porque había una cultura dominante: sexista, racista, militarista, alcohólica, elitista, religiosa, imperialista. Perfectamente representada por las agencias de publicidad de Madison Avenue y por su clientela típicamente americana, como los Hoteles Hilton o Lucky Strike”.

En la segunda mitad de los años sesenta, cuando me asomé al mundo de la universidad, acabé frecuentando sólo tugurios de mala reputación, donde recibí formación en disciplinas que no entraban en ningún paisaje del profesorado franquista, entre ellas el progresismo y la contracultura, dos “materias” que relaciono  aleatoriamente, con la libertad y con la fraternidad y también con la reaparición,  a finales de los sesenta, de movimientos radicales, entre los que siempre me llamó la atención –conmocionado como estaba por las secuelas irreparables que una vida de ama de casa había dejado en personas que quería- el resurgir de un feminismo decididamente combativo.

Ese repunte feminista lo recuerdo bien y creo que influyó en mi convicción de que en Mad Men el personaje de la intrépida feminista Peggy Olson era, por mucho que Don Draper y otros parecieran gozar de ese privilegio, el verdadero eje de todo lo que se contaba en la serie. Peggy, de familia humilde y de creencias religiosas católicas, tiene un hijo natural con un odioso compañero de oficina, Pete Campbell (Vincent Paul Kartheiser), pero no se casa, elige el camino salvaje. Es una especie de anti-Peggy Sue caminando por la carretera difícil. Encarna por sí sola al cambio más trascendente que a lo largo de los últimos siglos se ha producido en la vida de la Humanidad, aquel que ha permitido la incursión de la mujer en la vida social, política, y económica; su participación activa en todos estos ámbitos, algo que antes le estaba negado.

Lo mejor de la vida, de Rona Jaffe, la novela de la que procede Mad Men, fue la fuente de inspiración, entre otras obras, de El apartamento, de Billy Wilder, donde de fondo se contaba la historia de los sueños de una generación de chicas por primera vez libres. Lo mejor de la vida no sólo habla de cuando el triunfo era un asunto masculino y las mujeres estaban relegadas a la condición de floreros, sino también de los grandes días en los que un grupo ya poderoso de chicas, incorporadas a un mundo del trabajo que aspiraba a equipararse con el de los hombres, vivieron la experiencia de ser las pioneras en el arte de elegir entre el matrimonio y la profesión. En Mad Men se infiltra continuamente el eco de esa trama. Y en los momentos en que Peggy y las demás llegan a parecernos incluso desdibujadas, no podemos más que reírnos en secreto, sabedores de que, si uno espera un poco, acertará a ver cómo a cada momento, aniquilando las ilusiones de la plenitud, ellas van ascendiendo cada vez más a la superficie, son el secreto eje, el núcleo central de todo, decididamente la otra historia.

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