MI GOMBROWICZIANO CAMINO DEL ESTILO

Jean Denant, fondation XL

Jean Denant, fondation XL

texto publicado en la revista WITOLDA y en el suplemento Ñ de Clarín, octubre 2017: Cuando tenía veinte años, en 1969, vi casualmente en la ya desaparecida librería Ancora y Delfín, de Barcelona, la novela Cosmos en la edición de Seix Barral, con traducción de Sergio Pitol. En la contraportada decían que para el autor aquella novela era una indagación sobre “los orígenes de la realidad”, un intento de ordenar el caos, una búsqueda de vínculos entre acontecimientos aparentemente desconectados entre sí. Eso, lo recuerdo como si fuera ahora, me interesó mucho. &&&  Creo que aquellas palabras de la contraportada de Cosmos influyeron para que comprara ese libro de Gombrowicz, pero también pudo influir un hecho mundano que debió llamar mi atención: que acababan de concederle en Formentor el premio internacional de literatura. Yo estaba en aquellos días empezando a leer, a buscar en los libros lo que hasta entonces había buscado en otros lugares. Y aquellos premios de Formentor me influyeron decisivamente, ya que me pusieron en contacto también con las obras de Borges y Beckett, que durante un tiempo junto al propio Gombrowicz se convertirían en la Santísima Trinidad de mis lecturas, aunque a decir verdad, a diferencia de los otros dos escritores, el asalto a la obra de Gombrowicz se hizo esperar, pues las huellas, flechas, señales, gorriones y hombres colgados de Cosmos me desconcertaron en un primer momento y abandoné ese libro muy pronto y no retorné a él y a Gombrowicz hasta diez años después, cuando yo –esta es una historia aparte– me creía ya Gombrowicz o, mejor dicho, sin haberlo leído, creía que escribía como él. &&&  Ya en otro lugar conté la forma ridícula en que surgió mi fascinación por la literatura de Gombrowicz. Surgió mucho antes de leerle. Nació exactamente de la visión de una fotografía que acompañaba a la entrevista que le hacían en el número uno de la revista española Quimera. Gombrowicz posaba allí con una gorra: se le veía muy altivo en lo alto de lo que parecía un carruaje, en Tandil, Argentina. Tenía lo que yo entendía que había que tener, un arrogante rostro de persona inteligente. Aún no sabía que él había escrito: “Cuanto más inteligente se es, más estúpido”. Aún no sabía esto ni otras muchas cosas, pero me pareció intuir que en la entrevista Gombrowicz decía cosas geniales o enrevesadas. &&& Las frases enrevesadas acabaron pareciéndome incluso mejores que las geniales. Quiero ser como Gombrowicz, pensé inmediatamente. Durante años escribí como imaginaba que escribía él. Pero leerlo, lo que se dice leerlo, no lo leí hasta diez años después de haber reparado especialmente en él en aquella portada de Quimera. Lo leí pues muy tarde y convencido de que mi escritura se parecía mucho a la suya. La sorpresa fue grande cuando en esos días, en mayo del 93, en un viaje en autobús a Teruel, leí el primer volumen del Diario y vi con gran asombro que no se parecía en nada, pero es que en nada, a lo que yo escribía. Durante años había estado copiándole imaginariamente y eso me había servido para, sin saberlo, crearme un estilo propio.

© Enrique Vila-Matas

© Witolda

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