Nelly Kaprièlian(12/05/22): Tengo la impresión de que durante el match Céline / Perec de la semana pasada, fue Céline quien ganó. Fue él quien ocupó más espacio, obtuvo más titulares en las secciones de Cultura de los periódicos, hizo más ruido, como se decía antiguamente. Y eso me decepciona. Me deja triste, para ser sincera. Casualidad del calendario, se publicaron el mismo día los textos inéditos de estos dos grandes escritores: Guerre, de Louis-Ferdinand Céline («no se te ha podido escapar…», etc) y Lieux (Lugares) de Georges Perec. Uno, nos guste o no su estilo imbuido de oralidad, es un genio de la frase; el otro, de la estructura, de la idea, del concepto. A uno, la furia del lenguaje marcada por el asco hacia la humanidad, una energía que se nutre del odio y golpea con cada palabra, mordaz, cínica, desilusionada; al otro lado, delicadeza, melancolía, ternura, conciencia de fragilidad e inestabilidad. Ambos trabajaron ciertamente por la guerra y la muerte, pero no de la misma forma. Le toca a Céline la agresividad y el sonido a todo volumen, y a Perec l asumir lo que estos términos generaron de vacío, cuerpos vaciados de vida, fantasmas y sufrimiento. Porque estos dos escritores, habiendo construido una obra cargada de historia, se sitúan en el extremo opuesto de su espectro: uno, colaborador y bastardo notorio, que en 1937 escribió su primer panfleto de propaganda antisemita, pura y dura llamada al asesinato de judíos, y el otro, un judío, herido para siempre por la desaparición de su madre, deportada y asesinada en un campo de concentración, autor de una obra obsesionada por la ausencia dejada por este cuerpo materno muerto, y a través de ella por todos estos cuerpos asesinados, por el Holocausto. Para Céline, la lengua atronadora, el sudor de los cuerpos demasiado presentes. Para Perec, la elipsis, los espacios en blanco tan perecquianos, el adiós al mundanal ruido de L’Homme qui dort. Personalmente, siempre estaré del lado de este último, y de sus Lieux (Lugares), un libro de inquietante belleza, con una dimensión más poética y metafísica que Guerre. Y es que es en el seno de sus elipses, de sus “espacios en blanco”, de sus vocales desaparecidas, donde residen los verdaderos estigmas.
Rue Vilin, antes de ser borrada del mapa.
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