Aunque pasado, presente y futuro no existan en el pensamiento einsteiniano, confusamente nítido, muchos seres de un tiempo, en lo psicológico apenas galileico, dirigimos sobre nuestro pasado una mirada causalista, quizás retrógrada.
En estos tardíos recuerdos de juventud de Vila Matas, fragmentos soldados por el tiempo, el espacio sale derrotado. Aquéllos se aferran sobre todo a situaciones, seres, prestigiosos o anónimos. El espacio-paisaje, el espacio-ciudad pierden peso frente a los seres humanos, que se coagulan en casas y tantas veces en el café, ese espacio que existe en lo momentáneo, cuando se llega a él o cuando es evocado como el lugar del encuentro posible, de la oportunidad ambicionada o del fondo teatral para una representación que el individuo ofrece conscientemente a los demás, deseados espectadores.