Ese fenómeno se está dando ya en la literatura de nuestro país con una proliferación de autores, entre la veintena y la treintena, que con frescura, originalidad y riesgo han armado novelas que, sin renunciar a la calidad, han triunfado. Tres de ellas –Laura Chivite, Irene Pujadas y Lucía Solla Sobral– comparten el premio a mejor libro del año del suplemento cultural de este diario, La Lectura. Y, fuera de esa generación, desde hace décadas, esas han sido las líneas maestras de la escritura de Enrique Vila-Matas. «La autenticidad está en que haya una intimación entre quien escribe y el lector, un acontecimiento metafísico que nunca puede llegar a conocerse pero se da. Este es el problema de muchos escritores, que creen que es fácil que la conciencia propia conecte con otra y viceversa cuando no lo es. […] La búsqueda de un estilo es la búsqueda de uno mismo y de tratar de conectar. Que el camino de un escritor sea hablar de algo que la televisión ya ha explicado es muy triste y desvirtúa la literatura», afirma el escritor catalán, que plantea un escenario para el futuro: «Puede ser que se complique todo tanto que se olvide que existió la escritura a mano, pero un día en un texto escrito con IA alguien cree adivinar que ahí detrás hubo un humano. De esos de las que han oído hablar como ahora con los paleolíticos. Y eso sería un nuevo comienzo para la escritura. Eso lo descubrirá un buen lector porque esa conciencia humana es la que se descubre al leer a un escritor».

Quizás así empieza el Renacimiento 2.0.