TAM TAM, de Ado Arrietta. La película con más travestís de la historia del cine

sddefaultRUBÉN RAMOS blog:  El viernes pasado la Filmoteca de Catalunya proyectó Tam Tam, una película de Adolfo Arrieta filmada en París, Nueva York y Marbella y estrenada en 1976. La proyección formaba parte del ciclo Carta blanca a Enrique Vila-Matas, que está a punto de acabar. El propio escritor barcelonés, que tiene un pequeño papel en la película (interpretando a un pianista polaco llamado Gombrowicz), la presentó a través de un vídeo que se proyectó al inicio de la sesión. Ado Arrieta asistió a la proyección y participó en el coloquio posterior junto al también cineasta Marc Ferrer.

Más allá de que el propio Vila-Matas aparezca en la película, la decisión de incluir Tam Tam en este ciclo obedece a otras razones: Adolfo Arrieta es un cineasta poco conocido fuera de ciertos ambientes especializados pero seguramente merezca algo más de reconocimiento. Al menos esta es la opinión de Vila-Matas, que cree que Arrieta se adelantó en varios años a Almodóvar, por ejemplo, con esta película que refleja la escena parisina “de lo que hoy llamaríamos LGTBI+” (así lo expresó Vila-Matas). “La película con más travestidos por metro cuadrado de la historia del cine”. Gente con la que Vila-Matas, que en aquella época vivía en París, se cruzaba a diario en los cafés de su barrio “sin cita previa”. Pero es que ser el primero en lo que sea suele ser garantía de fracaso. Google fue el último de los buscadores en aparecer pero de los buscadores pioneros no se acuerda nadie.

“En realidad, lo que hacía Arrieta era cine punk a la francesa”, dice Vila-Matas. Pues sí. El argumento de la película es más o menos el siguiente: el autor de un libro titulado Tam Tam está en Nueva York cuando debería estar en una fiesta privada en París a la que nunca llegará aunque todo el mundo le espera. No hay mucho más drama en la película exceptuando que el que sí que está en la fiesta es su hermano gemelo (lo cual crea un poco de confusión) y que la anfitriona de la fiesta se desespera y chilla bastante, lo cual acaba siendo bastante divertido. También es verdad, como recordó Adolfo Arrietta, que la película es un poco premonitoria porque todo ese tam tam del que habla el libro de ese autor que nunca aparecerá en la fiesta alude a una serie de catástrofes inminentes que en ese momento, según Arrietta, no estaban ocurriendo, pero que ahora sí que están a la orden del día.

La película se centra en proporcionarnos una serie de retablos protagonizados por personajes de lo más curioso, misteriosos y atractivos, como si nos hubiésemos perdido en esa fiesta parisina, que se rodó en siete pisos diferentes, todos cedidos para la película, una película que no disponía de ningún tipo de presupuesto. No pasa nada excepcional en la película, pasa lo que imaginamos que debía de pasar en ese tipo de fiestas de la época. Ni siquiera vemos a gente bailando descocada. Lo que hay es mucha gente, mucho alcohol, mucho tabaco, mucha conversación (en francés, inglés y castellano), un poco de música, mucho chismorreo y un poco de ligoteo. Y mucho teatro, eso sí. Pero el teatro de la vida (aunque del otro también hay un poco porque a una actriz le da por ensayar un texto y pide a algunos invitados que le den las réplicas). Todo es bastante surrealista pero sobre todo es caótico, fascinante y divertido, a pesar de la quietud (porque la gente simplemente está en la fiesta, prácticamente no hace nada más que estar).

Para las escenas filmadas en Nueva York, donde el escritor que se escaquea de la fiesta parece pasarlo muy bien, Adolfo Arrieta utilizó una cámara que le prestó Jonas Mekas, un cineasta que le gustaba mucho, según señaló Vila-Matas en su introducción. Según Vila-Matas, Adolfo Arrieta era entonces un hombre cámara, como Jonas Mekas. Es decir, estaba todo el día viendo la realidad a través de la cámara, y filmándola en cuanto te descuidabas. Hoy en día, como recordó Vila-Matas, eso lo hace todo el mundo con sus teléfonos móviles pero entonces era algo excepcional. ¿Será esa la razón por la que he visto a gente muy joven disfrutando de una película de Jonas Mekas que duraba cinco horas sin apenas síntomas de agotamiento? ¿Habrá algo en este tipo de cine, el de Arrieta también, que conecta con el tiempo que vivimos? ¿O simplemente hay una corriente subterránea que conecta a una parte de todas las generaciones pasadas, presentes y futuras? Que esa parte muy parecida de cada una de las generaciones se ilumine más o menos para pasar a un primer plano quizá sólo dependa de quién maneje los focos.

¿Cómo conoció a Jonas Mekas?, le pregunté a Arrieta en el coloquio. Fue en 1974, en el Festival de Toulon, donde Jonas Mekas presidía el jurado que premió una película anterior de Arrieta: Las intrigas de Sylvia Couski. Mekas invitó a Arrieta a proyectar sus películas en el Anthology Films Archive de Nueva York. Arrieta aceptó la invitación y se alojó durante quince días en casa de Mekas junto con Javier Grandes, su actor (y tío de Almudena Grandes, como recordó Vila-Matas). ¿Era Javier Grandes su novio de entonces?, le preguntó Marc Ferrer a Arrietta en el coloquio. Sí, contestó Arrietta. ¿Se puede hablar de eso?, le preguntó rápidamente, a continuación, Ferrer. No, porque pertenece a mi esfera privada, le contestó Arrietta con mucha gracia cuando le acababa de contestar espontáneamente que sí, que era su novio. Pero durante todo el coloquio siguió refiriéndose a Javier Grandes como “su actor”.

Alguien le preguntó a Arrietta a qué se debía que sus películas no fuesen demasiado conocidas. Arrietta contestó que él no tenía acceso a la industria del cine español porque era una mafia. Por supuesto, cambien cine por cualquier otra disciplina y podrán construir una frase que reflejará una realidad muy parecida.

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