Página 12 publica el ensayo de ALMODÓVAR que cierra ‘El último sueño’.

720154-almow4_0Publicamos el fragmento final del ensayo final que cierra El Último sueño, el libro de Pedro Almodóvar, publicado por Reservoir Books.

Hubo un momento, hace años, en que desistí de mis aspiraciones como novelista, pero leyendo la novela de Enrique Vila-Matas Mac y su contratiempo, en la que el protagonista decide reescribir una obra ya existente, Walter y su contratiempo, me amplió el espectro sobre qué tipo de novela podría yo abordar con mis limitadas dotes.

Mac está fascinado por los libros póstumos y sueña con que el suyo pueda parecer póstumo e inacabado. También le atrae mucho la falsificación, pero yo creo que, si no existe autoengaño, no existe falsificación. Lo importante es no engañarse a sí mismo (de pronto me surge alguna duda sobre esto último) y Mac no se engaña en absoluto. Su plan es escribir todos los días, llenar un tiempo vacío porque se ha quedado sin trabajo y el día es muy largo. Pero no es la disciplina de escribir un diario lo que le atrae, sino una obra de ficción, para lo cual necesita algunas ideas. Descubre Walter y su contratiempo, una novela maltratada cuando se publicó, de la que nadie se acuerda y cuyo autor casualmente es vecino suyo y no le trata con simpatía, lo que le convierte en alguien a quien no le debe el menor respeto. Todas estas circunstancias son suficientes para que Mac decida reescribir Walter y su contratiempo y mejorarla, claro. No le preocupa el futuro, ni en términos legales ni literarios. Tal vez se muera antes de terminar la novela y esta se convierta en un falso libro póstumo.

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La novela de Vila-Matas, divertidísima e ingeniosa, me condujo a la conclusión de que hay ciertas personas, yo, sin ir más lejos, que sentimos la necesidad de escribir una novela y que lo de la calidad no debería ser un contratiempo, mi contratiempo. Si me siento incapaz de escribir una gran novela, podría intentarlo con otro tipo de novela cuya clasificación no se atenga a su calidad y grandeza. Pensé que una mala novela es, al fin y al cabo, una novela, y que, si me olvido de su calidad, o simplemente dejo de preocuparme por ella, una mala novela sí está a mi alcance. Sería una novela adulta y honesta, en la que el autor sabe lo que está haciendo y ya ha superado las veleidades juveniles de la trascendencia. Y podría resultar incluso entretenida, no sería la primera.

Encuentro en Yoga, el libro de Emmanuel Carrère, un consejo que él a su vez extrae de un libro que admira, Paseos con Robert Walser, de Carl Seelig. Es un consejo para escritores impacientes: “Tome unas hojas de papel y durante tres días seguidos escriba, sin desnaturalizarlo y sin hipocresía, todo lo que se le pase por la cabeza. Escriba lo que piensa de sí mismo, de sus mujeres, de la guerra turca, de Goethe, del crimen de Fonk, del Juicio Final, de sus superiores, y al cabo de tres días se quedará estupefacto al ver cuántos pensamientos nuevos, nunca expresados hasta ahora, han brotado de usted. En eso consiste el arte de convertirse en tres días en un escritor original”.

Estoy fascinado y totalmente de acuerdo, pero no me siento capacitado para llevar a cabo tan brillante ejercicio. Puedo escribir tres días sobre todo lo que me pase por la cabeza, sin desnaturalizarlo y sin hipocresías. Es algo que creo haber hecho ya, no sé si tres días seguidos, pero dos desde luego, en Navidad o en Semana Santa, que son las épocas de mayor soledad y aburrimiento. Me resulta más accesible esto que dejar que fluyan mis pensamientos, como se hace en la meditación yóguica. Pensamientos y canciones me invaden continuamente e insisten en acompañarme cuando estoy en silencio, que es la mayor parte del día que no ruedo. Sobre todo canciones. A veces es la misma canción repetida una y otra vez, hasta que mi desesperado cerebro, ejecutando una orden mía, la sustituye por otra que a su vez se repite en bucle y así hasta que me duermo. Una tortura.

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No tengo inconveniente en escribir sobre mí mismo. Diría que es casi lo único que hago. Escribir acerca de “mis mujeres” o “mis hombres” me resulta más difícil, no quiero implicar a nadie en lo que escribo, o solo si lo he ficcionado lo suficiente para que el personaje original resulte irreconocible.

De la guerra turca y de Goethe me temo que tendría que ponerme a documentarme y no me atrae mucho la idea, y en cualquier caso me llevaría más de tres días. En cuanto al crimen de Fonk, imagino que podría escribir sobre cualquier crimen de los que diariamente aparecen en las noticias. ¿De mis superiores? No tengo superiores. Soy mi propio jefe.

Es una pena, porque el consejo de Carl Seelig es estupendo, pero a la vez demuestra también mis propias contingencias y, probablemente, la de muchos aspirantes a grandes escritores.

Ya que no puedo, y me da demasiada pereza indagar sobre la guerra turca, el crimen de Fonk y Goethe, buscaré temas y personajes más cercanos. Este podría ser un buen principio:

“Nací al inicio de la década de los cincuenta, una mala época para los españoles, pero riquísima para el cine y la moda”.

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