Montevideo [novela de Enrique Vila-Matas
comentada por Roberto López Belloso]
Este año aparecerá en rumano, en alemán y en portugués. También tendrá su
título en caracteres griegos en la edición de Ikarus. Así seguirá su singladura
esta novela cuyo tema, se ha dicho, es “la biografía de un estilo” más que una
trama (Eva Cosculluela, ABC Cultural,3-9-2022). El suplemento “Babelia”, de
El País de Madrid, la colocó entre los diez mejores libros de 2022 y El Mundo
la calificó, directamente, como el libro del año.
El éxito es tan indudable que resulta difícil abrir sus páginas
sin una cuota de escepticismo. Al principio, con tantas referencias
y guiños a lectores de anteriores obras del autor de París no
se acaba nunca (2003), parece que la decepción empieza a quedar servida
en la mesa. Sin embargo, a poco de comenzar, el “yo literario visible” que
viene narrando, ese que Vila-Matas llama su “avatar”, vuelve a torcer la
partida en su favor. Entonces, cuando llegamos a la ciudad del título, y sobre
todo cuando arribamos a esa habitación del hotel Cervantes, donde, al decir de
Beatriz Sarlo (Escritos sobre la literatura argentina, Siglo XXI, 2007), nació
lo fantástico en la literatura de Julio Cortázar, ya estamos en sus manos. Ya
no importa la anécdota del encuentro real del Vila-Matas de carne y hueso con ese
cuarto (Alicia Torres,“Escribir con sentido del riesgo”, Brecha, 3-10-2014). Lo
que importa son “los espacios del misterio” (otra vez Torres, ahora en “El paisaje mental de Vila-Matas”, Brecha, 17 de febrero).
Al final, las barreras del comienzo no sólo se desmoronan, sino que se han
deshecho tanto que dejan, en su sitio, la pregunta de si no estará acá, en Montevideo,
una clave para mirar con una perspectiva más abarcadora algunos de sus libros anteriores.
Es que el autor logra que una habitación imposible y una araña colosal –que cuando inquieta más es cuando muta en un minúsculo ideograma– se materialicen en un desborde de sentido sobre la ciudad interior (Montevideo es sólo su avatar) que todos queremos pensar que llevamos dentro, como un anhelo atravesado por el distanciamiento. El miedo pasa a ser el revés del miedo que suele proponer lo fantástico –ahora en el sentido decimonónico más que cortazariano –; es decir, que, al prender la luz, el monstruo se desvanezca. ■