EL TRÍO MOLA

yJoana Bonet (La Vanguardia 20 oct 2021):

El Planeta a Carmen Mola pone de manifiesto una nueva modalidad de literatura comercial, la que borra la autoría en favor de la obra. “Nosotros derribamos el mito sacralizado del autor de novelas”, confesó el trío a Xavi Ayén. ¡Muerte al estilo y a la biografía! Con lo apasionantes que resultan las vidas de escritores. Como los adictivos Diarios de Rafael Chirbes (Anagrama), en los que una encuentra estas respuestas: “Hay escritores que se nos entregan ellos mismos, y otros que entregan un plan, un proyecto”.

El trío Mola traía un plan, pero ha sido acusado por su oportunista transexualidad literaria. Aunque la piel fina de la igualdad –los libros feministas han enriquecido a las editoriales, pero los premios millonarios se los quedan hombres– no debe trastocar el capricho del nom de plume. También existen grupos musicales de hombres que se llaman Love of Lesbian, y a todo el mundo le parece estupendo. No es menos cierto que el trío Mola apenas precisaba lunares en su nombre para gozar de tirón, pues los señores venden muy bien en las librerías. Los propios creadores de Carmen

Mola han contado que todo surgió de la manera más banal, uno dijo “Carmen” y otro “Mola”. Fuera complicaciones. ¿Y quién puede reprocharles que quieran forjar una nueva Carmen de España? En cambio, es sorprendente que, en su caso, lo de menos es quién escribe qué. Basta con armar un guion.

Existen escrituras en las que las palabras van abriendo paso al pensamiento, permitiendo que discurra por lugares que jamás hubieras pensado transitar. Como reflexionaba Vila-Matas en Bartleby y compañía:

“El escritor que trata de ampliar las fronteras de lo humano puede fracasar. El de productos literarios convencionales nunca fracasa, no corre riesgos, le basta aplicar la misma fórmula de siempre, su fórmula de ocultamiento”. El éxito del trío Mola, por tanto, tiene su reverso en los autores absolutamente desacralizados para quienes lo más importante es el conflicto con las palabras, inmanente en el arte literario.

El ejemplo de escribir en pandilla, y más cuando se tiene la mano curtida en libretos de éxito, puede crear escuela, invitando a salir del canónico yo en busca de nuevas direcciones. Esperemos, eso sí, que sin extraviarse del elevado consejo de Hermann Broch, quien afirmaba que es inmoral aquella obra literaria que no nos descubre parcela alguna de la existencia hasta entonces desconocida. Falta por saber si el Planeta 21 nos conducirá a un estado de gracia, descubriéndonos algo más que la producción a seis manos.

 

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