El viernes, 8 de enero, Juan Marsé habría cumplido 88 años. La noticia de la muerte del amigo Juan, el 18 de julio de este año, nos pilló en plena pandemia: los papeles le dedicaron, sin regatear (salvo alguna que otra pluma independentista: “En Marsé escriu en castellà per diners”, como solía decir un ilustre economista de mi barrio), las páginas que le eran debidas, pero, para los amigos, para los compinches, como decía él, la desaparición de Juan fue un golpe, un golpe que a mí, en particular, me costó de encajar porque yo también había nacido un 8 de enero y entre nosotros, desde aquella noche, hace ya un montón de años, en que Josep Maria Carandell nos presentó en la barra del Bocaccio, había nacido algo más que una amistad, una complicidad, como decía JuaPoco después de la muerte de Juan, en el mes de agosto, llegó a las librerías un regalo inesperado para muchos. Se trataba de Viaje al sur, un reportaje que el joven Marsé realizó entre el mes de noviembre de 1962 al mes de julio de 1963, por encargo de la editorial El Ruedo Ibérico, con sede en París. Un libro que se había dado por perdido y que finalmente se dio con él en el Instituto de Historia Social de Amsterdam, en el fondo Ruedo Ibérico. El regalo en cuestión –con fotografías de un joven Albert Ripoll Guspi– fue publicado por Lumen en una edición y una introducción –rica y excelente introducción– de Andreu Jaume. Como les decía, el libro salió en agosto y, al margen de algún que otro espléndido escrito de algún que otro compinche, la covid se lo tragó, como tantas otras cosas. Y en eso llegamos al mes de diciembre del pasado año, el mes de las fiestas navideñas, el mes de los regalos, en los que los libros se convierten, como la mascarilla, el jamón, o las bragas, en un obsequio más…
Durante el pasado mes de diciembre me tomé la molestia de leer detenidamente, cariñosamente, las páginas de periódicos como La Vanguardia, El País, El Periódico… en las que se recomendaban los libros que hay que comprar, que hay que regalar, que hay que leer en estas Navidades, y en ninguna de ellas he visto que se hiciese la mínima mención de Viaje al sur, del amigo Marsé. “¿Será defecto de Lumen?”, pensé por un momento. “¿Será que los “expertos” de los papeles empiezan ya a estar hartos del amigo Marsé que, a los 87 años, aún se permite el lujo de sacar una pequeña joya de su juventud, como es Viaje al sur?”.
Permítanme que recoja, que me centre en el término “los expertos”, término que, por suerte o por desgracia, nos es harto familiar desde que la pandemia azota nuestros barrios, nuestras ciudades. En el Xlsemanal del ABC ,nº 1.732 (del 3 al 9 de enero del 2021), se habla también de los “expertos”, pero, en este caso, no se trata de gente más o menos sabia en la pandemia, sino en los libros. En principio se trata de 133 personas del mundo de la cultura –ojo, con un premio Nobel entre ellas–; gentes del mundo “de la cultura”: críticos, periodistas, editores, agentes literarios, escritores, que van a escoger las 196 obras esenciales para una Biblioteca Perfecta (así, con mayúsculas). Y luego esas 196 obras esenciales van a ser refrendadas o no por más de once mil votantes…
Vamos, un juego más. Pero, ojo, ni entre esas 196 obras esenciales, ni entre lo que cuelga, figura una sola obra de Juan Marsé, el Marsé de Últimas tardes con Teresa (que chupa, y cómo, de Viaje al sur), de Si te dicen que caí o de Rabos de lagartija. Pero sí figura, como no, Javier Marías y Eduardo Mendoza. Pero no figura Pío Baroja y sí Arturo Pérez-reverte –que semanalmente escribe en el suplemento y tomó parte en la Biblioteca Perfecta–, el cual, a la hora de “los autores con más presencia”, queda detrás de Shakespeare (6 obras), de Dickens (5 obras), pero por encima de Tolstoi (3 obras), emparentado con Mario Vargas Llosa. Toma castaña.
A Juan Marsé, que no era indepe y encima era muy envidiado por gentes del oficio que no le perdonaban sus éxitos, le va a ser muy difícil, en los tiempos que corren, convertirse en un autor al que poder regalar por Navidades o reconocer en la Biblioteca Perfecta del ABC (como les ocurre a Pío Baroja, a Céline, a Faulkner y a tantos otros). Más motivo para crear, a la francesa, unos Amigos de Juan Marsé, con publicación incluida. La familia de Juan, su agente literario y su editorial tienen la palabra. Para la presidencia de los Amigos de Juan Marsé, yo propondría a Joan Manuel Serrat. Coincidí con él cuando fui a despedir a Juan en Sancho de Ávila. Joan Manuel y Marsé se entendían a la perfección, empezando por el que fue nuestro cine Roxi, y quien dice el cine Roxi, dice tantas otras cosas que nos fueron comunes y que hoy por desgracia ya no existen.
Posdata: Por Navidad/reyes yo suelo mandar un paquete de libros a mis amigos. A mis amigos del Club de los Pulpos de Nantes (en homenaje a Jules Verne, hijo de Nantes), les he mandado –son cinco– a cada uno un ejemplar de Viaje al sur yde Fin de temporada, de Ignacio Martínez de Pisón. Y a Joseph, el más joven (22 años) otro de El fill del xófer, de Jordi Amat. A C., mi amiga la marquesa napolitana, le he mandado el Viaje al sur y una botella de armagnac, viejo armagnac. C. no llegó a conocer a Marsé, pero cuando lo lee me dice que le recuerda un armagnac, aquel viejo armagnac…