En Ese famoso abismo (WunderKammer, 2020), el reciente y muy interesante libro de conversaciones de Enrique Vila-Matas con la periodista cultural Anna María Iglesia, se alude en más de una ocasión a Chet Baker piensa en su arte, un libro de Vila-Matas publicado en su día (2011) directamente en bolsillo y formando parte de una selección de relatos que llevaba precisamente ese mismo título, pero donde el propio texto de Chet Baker… quedaba un tanto descolocado (como un libro dentro de otro) y, en cualquier caso, no recibía suficiente relieve; de hecho, el autor lo considera su libro menos leído (en Francia, sin embargo, editado en esa misma fecha de modo independiente, tuvo muy buena acogida). Ahora, y considerando esa relevancia que se hace patente en la conversación del escritor con Anna María Iglesia, la editorial WunderKammer ha tenido el acierto de rescatar este magnífico libro y Chet Baker piensa en su arte aparece aquí por primera vez exento y como nuevo.
No resulta fácil clasificar un texto como este, pues es tanto relato como ensayo, lectura activa como viaje mental, autorretrato, nouvelle, pensamiento, despertar sonámbulo: puro acontecimiento artístico, poético; no en vano en algún momento se cita a Barthes: «Lo que acontece es sólo lenguaje, la aventura del lenguaje, la incesante celebración de su llegada». Con todo, Vila-Matas denomina a su libro ficción crítica, que es la aproximación más adecuada para registrar un texto donde se cuenta la aventura intelectual de un crítico: un personaje que escribe durante toda una noche sobre la posibilidad de conciliar las narraciones tradicionales y de cierta entidad literaria (el modelo que maneja como ejemplo es Georges Simenon, La prometida de monsieur Hire) y las novelas poco narrativas y difíciles de leer, cuyo patrón último y más radical es la ilegible Finnegans Wake de James Joyce.
Estas dos rutas tan desiguales (la de Hire y la de Finnegans) responden, sin duda, a planteamientos literarios diferentes, pero el fundamento de una y otra proviene, en definitiva, de su distinta concepción del mundo (de lo real, de la verdad, de la subjetividad…). Hire, la literatura Hire, habita una casa confortable, interpreta rectamente los hechos, sabe bien que después de a viene b y luego c, no duda de lo que él mismo es; la literatura Finn vive a la intemperie, la realidad le parece muda, no encuentra otra verdad vital que el sinsentido, el abismo (una verdad patibularia). Por su parte, el voluntarioso personaje que protagoniza y escribe esta ficción crítica (y aunque se inclina personalmente hacia el lado Finnegans), al intentar fundir dos cuerpos distintos como el de Hire y Finn, actúa al modo del doctor Frankenstein (durante toda esa noche escucha música gótica: Bela Lugosi’s dead), ya que su experimento, formar con despojos y órganos necrosados una literatura viva, no deja de ser inquietante, y el desenlace que anhela ha de resultar un producto híbrido, quizá monstruoso; en todo caso, doble, múltiple.
Pero el texto de Vila-Matas no solo plantea este extraño conflicto, esa interrogación conceptual, pues la tarea conciliatoria que el personaje ha programado coloca pronto su ensayo en el campo del relato (o viceversa), en un espacio abierto, mestizo y fértil (ficción crítica) que nos recuerda, en suma, la línea más identificadora de la escritura de Vila-Matas. Y el viaje interior del insomne, su propio trabajo (work in progress) muestra a su vez el difícil acercamiento entre las dos poéticas (Hire y Finn tal vez se necesitan), le lleva asimismo a valorar algunos métodos o procedimientos (desdoblamiento, parodia de las formas tradicionales, radicalidad…) que han seguido autores históricos que supieron superar el desafío y esclarecer así el futuro (Stevenson, Céline, Borges, Gombrowicz…), sin olvidarse de nombres contemporáneos y menos conocidos, incluso de escritores y libros que solo existen en la imaginación de su creador.
El crítico se encuentra en una habitación de Turín, en la misma calle donde Xavier de Maistre escribió su célebre Viaje alrededor de mi cuarto, un texto que funciona aquí como referente expreso, pero un modelo que tampoco es pauta obligada ni lugar de reposo, sino que está ahí para abrir a su vez otros caminos (de lo conocido a lo desconocido). Y función similar cumple Chet Baker, con quien el crítico sonámbulo se identifica o confunde en un primer momento, aunque la identidad del narrador (si es que ya no está tan muerto como Bela Lugosi) se escinde repetidamente, pues los problemas del personaje (desde su fracaso como ensayista a su dudosa personalidad) son comparables a las tensiones internas de la literatura, y su figura intelectual y hasta su mismo ser (así podría asegurárselo Finnegans) están al borde del famoso abismo.
Sería comprensible, pues, que el crítico que en algún momento se pareció a Chet Baker llegara a rendirse y se entregara por entero a la línea Hire, que él mismo fuera Hire y escuchara entonces canciones sentimentales y muy belgas en las que, digamos, cae la nieve; ese feliz, tranquilizador engaño. Podría comprenderse porque lectura y escritura intervienen en lo que se vive, en lo que se piensa. Pero justamente por ese mismo motivo, también se comprenderá que otros escritores, lectores y críticos, y entre ellos el mismo que vela dormido en la noche de Turín, perseveren y no dejen de leer al ilegible Finn y su estirpe, de atender a esa música.
Vila-Matas piensa y muestra su arte en un libro espléndido, a la altura de sus mejores obras.