Quevedo y reescribir lo que leemos.

imagesSi escribir es volver a escribir lo ya leído, las notas marginales y apostillas hechas por el propio Quevedo en los libros que leía demuestran que la palabra « reescritura » no tiene aquí nada de metafórico. Lector activo, Quevedo no se conformaba con corregir erratas, subrayar palabras o hacer observaciones personales – con singular frecuencia observaciones de orden formal- , sino que, como ha dejado patente el estudio de algunos de los libros que manejó y que le pertenecieron, como su ejemplar de L’ Eracleida de Gabriele Zinano, tachaba y suprimía vocablos, sustituía por otras, palabras y expresiones enteras, modificaba el texto a su antojo  convirtiéndolo en un pre-texto para el ejercicio literario, en una palabra : reescribía los libros a medida que los leía, haciendo que, de alguna manera, se cumpliese así el mito de la lectura y de la escritura simultáneas (1). Frente al libro escrito, lo que reivindica Quevedo es el libro que escribe y es esta concepción del libro no como producto, sino como productividad, la que, además de fecundar su escritura, nutre aquí la reflexión del escritor.

 

(1). Uno de los últimos avatares de este mito lo representa Silas Flannery, el personaje de Italo Calvino (Sí una noche de invierno un viajero…) que se convierte en copista para « vivir » a la vez en el tiempo de la escritura y en el del lector.

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