Una intensa nota crítica sobre ESTA BRUMA INSENSATA.

1498651654_200912_1498655351_album_normalJOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA: El destino de nuestros viajes, el contenido de nuestros mensajes, lo que decimos en nuestro propio hogar, lo que hacemos a la vista de las cámaras, nuestras compras compulsivas, nuestras impulsivas búsquedas especulativas: todo queda registrado, procesado y listo para ser revendido a las empresas de telefonía móvil. “Esta bruma insensata”, se cuestiona, desde el epígrafe, el patafísico Raymond Queneau, “en la que se agitan sombras, ¿cómo podría esclarecerla?”. Recluido a su mundo de ficción, revestido de un aura de malditismo, el autor Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) alude al cofundador de OuLiPo mientras encarna, por enésima vez, al creador excéntrico que cede a la misantropía.
Y, sin embargo, en su más reciente relato Esta bruma insensata (Seix Barral, 2019), el Caballero de la Legión de Honor Francesa no es exactamente un recluso, sino alguien que protege ferozmente su identidad en una época de involuntarias auto-revelaciones. Reacio a la creencia en que el comportamiento se puede modelar, predecir o controlar, se afana en registrar colapsos, relaciones malsanas y desconfianza en las instituciones. Consciente de que el capitalismo nos vigila, anulando nuestro no tan libre albedrío, enmarca su literatura en términos de una privacidad basada en “acumular citas, cuantas más mejor, una necesidad absoluta de absorber, de reunir todas las frases del mundo, un ansia incontenible de devorar cuanto se pusiera a mi alcance, de apoderarme de todo lo que, en momentos de bonanza lectora, viera yo que pudiera ser mío”.
El resultado celebra la libertad mental de movimiento, el torbellino de simbiosis de una prosa asignada a un personaje narrador, diversificada en intercambios, donde cada desarrollo enigmático supone un giro del caleidoscopio ficticio hacia una “oscura tierra de fin de mundo, tan modelada por la tramontana, entre otras fuerzas y vientos”. Evidencia el escritor de Bartleby y compañía (2001) la posmoderna sustitución de las certezas algorítmicas por la indeterminación participativa. Se denuncia un juego en el que el tablero es invisible, “estancado en la bruma del amanecer de uno de esos días (…) que nacen cargados de borrosas siluetas”; nosotros, a cambio, somos los peones, “imprecisas figuras móviles, amables por resultarnos familiares, figuras del infinito”.
Política, economía, sexo y dinámicas de género, ciencia e ideología: nada es ajeno al pensador experimental de Marienbad eléctrico (2015), y por ende a nuestro interlocutor, que reduce la acción a fragmentos, mientras nos remite a estados de ánimo tan melancólicos como intangibles: “El sol me iluminó de tal modo”, confiesa, “que hasta logró medio despertarme y llevarme a evocar una frase cuyo autor no hubo forma de que me viniera a la memoria”. Se suceden en bucle las reflexiones sobre la contracultura y la contrarrevolución, se cede a la paranoia de la conspiración y la ansiedad de control. Juega el Premio Formentor de las Letras 2014 con el concepto de incomprensibilidad como una variante de nuestra ilustrada desorientación.
Se prescribe presentes de modificación de comportamientos y redirección de voluntades opuestos a la idea de éxito, reemplazada por los resultados garantizados de una individual conformidad: “Admiraba a aquellos escritores que sentían tal amor por la biblioteca universal”, apostilla el alter ego, “que su obra tenía la desorbitada pretensión de perfumarlo todo con explosivos”. Se complace el Premio FIL en Lenguas Romances 2015 en una insondable, irremediable rebeldía. Todo en su narración tiene la calidad de un sueño recordado a medias, dada “su facilidad de saltar de un tema a otro (…) su tendencia a la errancia (…) sus cambios constantes de planos y de obsesiones”. Quiere Vila-Matas que respiremos en lugar de mirar; que sucumbamos a sus ritmos hipnóticos, que flotemos sobre su perplejidad, que nos dejemos llevar por su humor corrosivo.
Hoy que los medios de (in)comunicación masiva se han convertido en privadas herramientas para la intrusión, lo que era implícito y personal se ha convertido en público y explícito, expuesto al escrutinio del ojo ajeno, la crítica y el castigo de la comunidad. Como el protagonista de Bruma, hemos “caído de forma escandalosa en la trampa de creernos escritores”. Son nuestros interiores los que están expuestos a invisibles supervisores, que se benefician no solo de nuestras acciones, sino de cada una de nuestras expresiones. Tiempos miopes estos, en los que se agradecen las posibilidades visionarias de una novela que combina la comprensión técnica con el alcance humanista, recordatorio del potencial humano. [http://sonograma.org/art/esta-bruma-insensata/]

 

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