LA NACIÓN. [21.09.17] Natalia Blanc: Una máquina que sirve para hacer nada. Un artefacto que transforma en fuerza motriz la inagotable vitalidad de los niños. El pianocoktail: instrumento musical que prepara tragos de acuerdo con la melodía que se interprete en sus teclas. La literatura bítica, es decir, toda obra literaria creada por máquinas. Un espejo con memoria. Un buscador automático de libros que funciona como esos llaveros que responden con un sonido al silbido humano. Son cerca de un centenar de inventos relacionados con la literatura que aparecen catalogados en Inventario de inventos (inventados), de Eduardo Berti y el dúo artístico Monobloque. Además de esta peculiar antología editada por Impedimenta, Berti publicó este mes La máquina de escribir caracteres chinos (Tusquets).
«Este libro nace de una experiencia real: dos viajes más o menos largos a China, sobre todo a Pekín. Por otra parte, hace unos quince años, empecé a recopilar poco a poco (mientras leía o releía diferentes libros) objetos, invenciones o máquinas fabulosas que aparecen en novelas, cuentos, historietas o películas. Un día advertí que tenía una enorme lista y sentí que debía hacer algo». Así explica Berti el origen de sus recientes títulos, que, en principio, parecerían no tener conexión más allá del autor. Pero, al leerlos en conjunto, se advierten sutiles vínculos que el escritor define como «ecos asombrosos».
«La máquina… habla de un invento, de la necesidad de un invento y de lo relativo de un invento. Cuando Occidente inventa la máquina de escribir basada en los alfabetos occidentales, sin pensarlo está lanzando una especie de gran desafío a culturas como la china o la japonesa, que tienen un sistema de escritura distinto. ¿Cómo hacer una máquina de escribir para una lengua que no es alfabética?». Lo fascinante, para Berti, «es que entre los diversos inventores de máquinas de escribir caracteres chinos hay un escritor: Lin Yutang». En Inventario, el autor propone un recorrido original y caprichoso sobre lo que une a artistas e inventores; también, de escritores que han inventado mundos, lenguajes, formas literarias, maquinarias. En el prólogo, Berti nombra a Roberto Arlt, entre otros casos.
Integrante de Oulipo (es el primer latinoamericano invitado a sumarse al mítico Taller de Literatura Potencial), en el catálogo armó una estructura con entradas sueltas: algunas tienen forma de cuento, otras son citas, otras son más informativas y hasta hay una que está redactada como un prospecto de un remedio. Las ilustraciones de Monobloque son como bocetos de los artefactos y las máquinas inventados por escritores reales y de ficción. Así como Berti combina textos de géneros diferentes, los artistas mezclaron técnicas en los dibujos. «Ellos son una pareja franco-alemana. Me parecieron los cómplices perfectos porque mezclan invención, arquitectura y diseño en todo lo que hacen. Compartimos la idea: incluir un invento dentro de una obra de ficción equivale a abrir la puerta a otras posibilidades, a otras posibles lógicas, a una potencialidad diferente».
Los inventos recopilados por Berti e ilustrados por la pareja europea tuvieron su muestra en febrero pasado en la feria Arco de Madrid. «Advertimos que, así como los escritores inventan países, ciudades, objetos, instrumentos, utensilios, también inventan a menudo (hay miles de casos) libros y escritores. A partir de ahí, empezamos a jugar con libros falsos de escritores reales, con libros falsos de escritores inexistentes, con inventos inexistentes en el marco de libros que existen, una gran cantidad de variantes. Siempre han convivido las enciclopedias con la fantasía. Y ya sabemos lo creativo que puede ser mezclar ambas cosas.»
En la edición francesa (que saldrá en noviembre, publicada por La Contre-Allée) habrá un prefacio extra escrito por Enrique Vila-Matas, a quien le gustó el Inventario y propuso inventar una «Máquina de interrumpir prólogos«.
La máquina…, especie de bitácora de viaje por Pekín, también presenta textos que parecen entradas de un diario. Allí, Berti combina postales desde su mirada de extranjero con datos históricos, sociales, demográficos. Todo en medio de una búsqueda: una máquina de escribir caracteres chinos que vio en un mercado y que no pudo comprar por su excesivo precio.
«Este libro es una «aventura del extrañamiento»: un viaje a un país donde las cosas son muy diferentes (una especie de viaje a las antípodas) que, de pronto, se mezcla con una pesquisa en torno a un objeto extraño que fascina y obsesiona al narrador por dos razones: porque quiere entenderlo y porque quiere poseerlo como si las dos cosas no fueran, en cierto modo, lo mismo», reflexiona el escritor. La edición incluye fotos de la ciudad que ilustran las escenas narradas por Berti; algunas, en formato de lista, tituladas con frases como: «Cosas que pueden quitar el hambre incluso al extranjero más intrépido».
Otro punto en común, según el escritor, entre ambos libros (o el origen de cada uno) es que «tanto la cultura china como la ficción imaginativa me resultan muy estimulantes porque en los dos casos, aunque de modos diferentes, hay algo que me recuerda y me confirma la idea de que las cosas pueden ser de otra manera: que esta especie de gran pacto cultural que llamamos «mundo cotidiano» y, peor aún, «normalidad», está llena de elementos precarios…»
Oulipiano al fin, Berti termina La máquina… con dos finales: el de su viaje a Pekín y otro, una especie de epílogo fechado en 2015, cuando hizo su tercera visita a la ciudad, que se titula: «China: recuerdos futuros«. Se obligó, cuenta, a escribir un recuerdo al final de cada día. Todos los párrafos comienzan con la misma palabra: «Recordaré…».