«NO DEBERÍAMOS PERDERNOS NADA DE SU LEGADO» [Serrat, por Vila-Matas] -El Periódico 18 Dic 2022

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La primera vez que le vi, ni había oído hablar de él. Corría el año de 1967, era invierno, y Serrat se presentó con su guitarra en el aula de la Facultad donde acababan de impartirnos Derecho Civil. Éramos unos cincuenta y el lugar lo recuerdo como un sótano.  Sin casi mediar palabra, despachó en menos de una hora quince canciones. Una de ellas ya no iba a olvidarla nunca, Ara que tinc vint anys.

Unos meses después, volvió a la Facultad, pero ahora para cantar ya en un altillo y con todo el hall abarrotado. Para mi memoria quedó esta vez su Cançó De Bressol, sin duda por aquel repentino cambio de registro en homenaje a su madre: “Por la mañana rocío, al mediodía calor, por la tarde los mosquitos: no quiero ser labrador”

Volví a oírle, en muy distintas circunstancias, en diciembre del 70. En el encierro de Montserrat de trescientos intelectuales, en protesta por el proceso de Burgos. Serrat tomó la guitarra cuando más subía la tensión por el inminente asalto de la policía al monasterio. Y siguió Raimon con El País Basc: “Tots els colors del verd sota un cel de plom que el sol vol trencar…”

Por un momento, quedaron en suspenso, como si nunca hubieran existido, todas las canciones ligeras del mundo. Y también en suspenso la supuesta rivalidad entre Raimon y Serrat.  No creo que, tomando la guitarra, hayan coincidido en ninguna otra ocasión. Mi recuerdo central del momento es el coraje que infundieron con aquella insólita sesión conjunta que nos llevó a recordar de golpe por qué estábamos allí. No deberíamos perdernos nada de su legado. Quienes vivieron aquella potente escena de convivencia sabrán de qué hablo.

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