UNA EXPERIENCIA UNICA [Inés Macpherson sobre ‘Ese famoso abismo’]

Epv8IunXcAEWRHvLeer a Vila-Matas, creo que ya lo he dicho alguna vez, es saber que vas a iniciar un viaje sin saber exactamente cuál es el destino. Sus libros son un trayecto por una ficción que no busca convertirse en trama cerrada, en argumento estructurado o en historia entendida como cuento, como ese relato que tiene un inicio, un nudo y un desenlace evidente, con giros de guion estipulados, sino explorar precisamente el concepto de ficción, de creación. Leer a Vila-Matas siempre es una experiencia única. Sí, es posible que haya temas que dialoguen a través de su obra, que se entremezclen y te observen como un todo que no se acaba, que se transforma, pero al final, lo importante es el placer de adentrarse, de perderse, de disfrutar de los personajes que construye, de las reflexiones que plantea y del conocimiento literario y cultural que subyace, del viaje a través del lenguaje. Porque de eso se trata, de encontrarse con el lenguaje, con la literatura, con la imaginación y con una idea muy interesante sobre la creación, sobre la autenticidad, sobre la identidad… Pasa algo similar cuando decides leer libros en los que se dialoga de alguna manera con Vila-Matas. Cuando el año pasado me topé con Me llamo Vila-Matas, como todo el mundo, de A. G. Porta (Cuadernos del Acantilado), descubrí un libro portátil, pequeño en formato, pero inmenso en contenido, porque en él encontrabas un homenaje, una forma de concentrar referencias a su obra, sus conceptos, personajes, reflexiones; un diálogo literario y creativo que hablaba del escritor y la persona, del arte de desaparecer, de la forma en que nos vestimos con lo que leemos y luego, tal vez, lo dejamos salir.

Esta es la sensación que también he tenido al leer Ese famoso abismo. Conversaciones con Enrique Vila-Matas, de Anna Maria Iglesia, publicado por WunderKammer. En un formato de diálogo más clásico, como su nombre indica, tenemos ante nosotros una puerta a lo que hay más allá de los libros, o quizá más acá, lo que se mezcla en esa mente que uno no puede dejar de admirar, por lo que tiene de laboratorio y juego literario, de originalidad y atrevimiento, de admiración a su vez por la palabra y por el lenguaje, por la creación en todos los sentidos, y en particular por la literatura.  Si alguien me lanzara esa pregunta clásica que a menudo surge ante un libro, «¿De qué va?», no sé si tendría una respuesta que no hiciera referencia al título. Porque estamos ante eso, ante una puerta y un abismo, una ventana a la palabra, al universo personal y creativo de un autor. Pero estaría mintiendo, porque es mucho más que eso, aunque no sé si se puede decir, si se puede acotar en un único espacio. ¿Cómo resumir en una frase tantos libros, tantas reflexiones? ¿Cómo hacer entender que aquí encuentras historias de una ciudad, de una época y a su vez reflexiones sobre Poe, el doble, sobre Georges Simenon o Patrick Modiano? Creación y crítica, literatura en expansión, buscando el cauce y la manera de aparecer y desaparecer, de ser efímera y a la vez quedarse contigo sin que seas del todo consciente. Eso es lo que ocurre con muchos de los libros de Vila-Matas, que van contigo, caminan contigo, aunque creas que no; te observan o quizá eres tú quien los observa sin saberlo.

Lo que está claro es que lo que nos trae Anna María Iglesia es un regalo para aquellos que disfrutamos leyendo, y escuchando, a Vila-Matas. La forma en que las preguntas van creciendo a la par que las respuestas, creando un diálogo lleno de referencias, de comprensión y de deseo de comprender un poco más, hace que tengas ganas de volver atrás, en el libro y en los libros. También encontramos reflexiones fascinantes sobre la creación y la literatura, anécdotas personales, de la infancia, de los primeros años como escritor, de conversaciones o descubrimientos. Personajes cuyos nombres se cuelan en la realidad, citas transformadas, ese comprender que toda ficción es una creación, una construcción, un señalar que a veces hay que abandonar esa tragedia que puede impregnar nuestras páginas para redescubrir el juego, el atreverse, el crear.

Dividido en capítulos que exploran un tema, aunque exploren varios en uno, debo reconocer que me encantó la sensación de juego que uno se encuentra ante el número ocho, ese «Próximamente» que por un instante hace que tu cerebro se imagine esa parte del libro como una especie de tráiler del siguiente libro, como uno de esos anuncios de cine, con la pegatina de próximamente en letras rojas sobre fondo blanco. Y hay algo de eso, pero no es un próximamente en sus librerías, sino que es ese próximamente del cine, ese recuerdo suyo que es también el de muchos. Leer a Vila-Matas también es eso, ver como tus referencias dialogan con las suyas, ver dónde se encuentran, dónde tu cerebro hace trampas y se adelanta para darse cuenta de que se ha equivocado, porque, aunque parta de un mismo lugar, la conversación lo lleva a otro sitio.

El arte de desaparecer, la repetición y la diferencia, los personajes, la realidad y la creación, la ficción, la imaginación y el pensamiento, todos ellos conceptos que aparecen en la obra y en este libro, en esta conversación que agradeces poder compartir, poder leer y anotar, subrayar como si con el lápiz pudieras hacer tuyo lo que se escapa, fijar en la retina, y en las neuronas, un universo, una construcción de palabras ajena pero que te llama, que hace años que dialoga contigo.

Como lectora de Vila-Matas, una lectora que, por cierto, ha descubierto títulos que se le habían escapado, debo reconocer que este libro ya me gustaba antes de empezar. Al acabarlo, puedo decir que mi intuición no se había equivocado. Es una maravilla, una forma de leer y de escuchar, de observar y disfrutar de un camino literario.

¡Feliz jueves y felices lecturas!

(21.1.21)

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