NICOLAS MAVRAKIS en LA NACIÓN (Buenos Aires) sobre ESTA BRUMA INSENSATA.

xShIp_q_La apuesta por entender la literatura como una tarea esencialmente crítica no es nueva para el gran autor catalán, aunque sin duda parece haber pronunciado una curva más cerrada desde Mac y su contratiempo (2017)

Dos hermanos catalanes comparten el amor por la literatura, pero mientras que uno (Gran Bros) se dedica a escribir libros en inglés en Nueva York, el otro (Simon) se dedica a pensarlos y estructurarlos en español a partir de distintas citas literarias desde su casa en Cadaqués.

La novela puede sintetizarse como un duelo amoroso entre las dos caras de un mismo arte. Aunque este es el núcleo de la trama de Esta bruma insensata, la vigésima primera novela de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), también su tema se encuentra entre estas coordenadas, porque ¿cuál de estos hermanos (y cuál de estos respectivos aspectos de la creación) es el que realmente dota de su existencia a la literatura?

La doble instancia creativa del escritor, esa en la que lo reflexivo y lo práctico se entrelazan en un ida y vuelta a través de las complicadas redes de la tradición literaria, la imaginación y la vida misma, parece más problemática para Simon que para Gran Bros.

Con experiencia editorial como «traductor previo», es decir, un «anticipador de las dificultades del texto al traductor estrella», Simon está convencido de que su oficio, que con el tiempo se convierte en «distribuir citas», es tan singular que ni siquiera tiene gremio o sindicato. Y es por eso que mientras Gran Bros escribe solicitando sus servicios, con ironía lo reduce a un «chupatintas» o un «teórico críptico», un obrero anónimo en la sala de calderas de la literatura.

Sin embargo, Gran Bros arrastra sus propias dificultades ante la parte más visible de la literatura. Al igual que los estadounidenses Thomas Pynchon o J. D. Salinger, su objetivo es rehuir de la fama, que lo persigue desde la publicación del primero de sus prestigiosos libros neoyorquinos.

En esos libros «un tema trascendente pasa a otro más frívolo y viceversa», por lo que, aunque cualquier lector termina confirmando que «en la literatura la originalidad era solo un fetiche y no existía, en cualquier caso Gran Bros era distinto en algunas cosas, pues no perseguía nunca un tema hasta sus últimas consecuencias».

Por supuesto, en la línea de separación aparente entre los mundos de la reflexión literaria y la escritura literaria, esos dos hermanos complementarios que, como muestra Esta bruma insensata, trabajan a la par, lo que existe es la figura del crítico. Porque, ¿acaso no es el crítico el que ofrece explicaciones para los libros que lee? Y al hacerlo, ¿no escribe acerca de una habilidad para leer que «siempre se pide prestada», como dice la frase de Wallace Stevens sobre ser «incapaz de citar algo que no sean mis propias palabras, quienquiera que las haya escrito»?

La apuesta por entender la literatura como una tarea esencialmente crítica no es nueva para Vila-Matas, aunque sin duda parece haber pronunciado una curva más cerrada desde Mac y su contratiempo (2017), en la que a la creación de sus libros, sus lectores y su tradición (que, en una línea borgeana, privilegia lo universal), el gran autor catalán le añadió tras casi medio siglo de trabajo la creación de sus propios críticos, atentos a desdramatizar cualquier figura de genio creador para concentrarse, en cambio, en los inevitables traspiés del equívoco.

¿No es ahí, en lo que se cita, se glosa y se confunde, donde emerge la creación? De lo contrario, lo que resta son tentativas vanas de creación radical, como el reciente intento de independencia de Cataluña, cuyo sentido fracasado sobrevuela Esta bruma insensata precisamente porque no puede encontrar su forma. A su manera, Simon lo repite una vez más cuando, con una cita del crítico inglés William Hazlitt, recuerda que «el mundo, tal como lo imaginamos, no es mucho más grande que una nuez».

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