En realidad –dije respondiendo a su pregunta–, me fascina el género indefinido, por ejemplo, de Tema libre, de Alejandro Zambra. Un libro pensado para las tardes distintas del futuro, dije, un libro que no sería extraño que estuviera pasando inadvertido en medio del bullicio de la Feria. Y expliqué que Tema libre era un conjunto de contenidos varios –conferencias, ficciones, ensayos– que, como ya advertía el título, se disparaban en múltiples direcciones.
Ahora pienso que la fórmula de Zambra –poseedora paradójicamente de una curiosa unidad que le otorga la voz propia de su autor– puede aplicarse a cualquier texto que aspire a pertenecer a ese género indefinido, ambiguo, que en su momento, si no ando equivocado, refundó el gran Monterroso al publicar Movimiento perpetuo (+)