Acerca de ESTA BRUMA INSENSATA (Siete preguntas en Perú)

Mark_Yankus_PhotographyGABRIEL RUIZ ORTEGA. Dueño Vila-Matas de una obra radioactiva y reconocida mundialmente, se mantiene en la cresta de la ola con su última novela. Y conversa sobre ella en exclusiva con CARETAS.

–En Esta bruma insensata (EBI) notamos un trasfondo político. Algunos señalan que nos hallamos ante un anuncio de un posible viraje de tu obra.

–La crisis política de Cataluña del 27 de octubre de 2017 –con su efímera proclamación de la República catalana– se halla de telón de fondo de la historia que narra Simon Schneider. Pero es solo eso: un marco político de incertidumbre que hay que encuadrar dentro de una mayor incertidumbre: la que concierne a la historia personal del protagonista. Porque Simon Schneider –el artista citador– está tan preocupado por lo que le pasa que apenas tiene tiempo para ocuparse de los problemas políticos del momento, aunque le afectan especialmente cuando llega a la agobiante Barcelona de aquel fin de semana de octubre en el que el ruido obsesivo de los helicópteros sobre la ciudad creó la impresión de que aquello era un poblado del Vietnam parecido al de Apocalypse Now, de Coppola.

–Pero en algunos títulos hay posturas políticas, como en Perder teorías (2010).

–Aunque es natural que no se me vea como un escritor político, lo cierto es que nunca dejé de serlo, aunque actuando de forma quizás indirecta. El centro de un libro como Kassel no invita a la lógica (2014) es la crisis de la Unión Europa. En Perder teorías, política y literatura andan del brazo. Y en Doctor Pasavento (2005) tal como recientemente han descubierto algunos críticos norteamericanos, parece que profetizo la guerra de Siria, lo cual, si fue así, no es para tomárselo a broma, aunque tampoco demasiado en serio.

 –En EBI se sostiene que la obra no debe hipotecarse a las incidencias de la realidad.

–En cierta forma, Simon Schneider desea sostener, con su individualidad desesperada, una lucha contra la soterrada propaganda continua de los partidos políticos catalanes y españoles, siempre en campaña electoral. Y quiere, además, que en su vida se sitúen siempre al mismo nivel, el plano “histórico” y el personal, quizás porque ama especialmente a los escritores que fueron capaces (Kafka especialmente) de lograr que cuanto escribían acerca de sus experiencias personales alcanzara la esfera suprapersonal o social. Y de entre todos esos escritores ama sobre todo a los que, a partir del momento en que la literatura quedó establecida como un fin en sí mismo –sin Dios, sin justificación externa, sin ideología que la sustentara, como un campo autónomo: una posición que empezó a forjarse con Flaubert y sobre todo con Mallarmé, e incluso antes de ellos– supieron asimilar sin problema su condición de impostores.

–En tu narrativa hay guiños. En tu novela anterior, Mac y su contratiempo (2017), fuimos testigos de un homenaje al cuento.

–En forma de epígrafe en Mac y su contratiempo había una cita de Bernard Malamud que para mí era clave en el desarrollo final del libro: “Da igual cómo siga o deje de seguir”. La respuesta que dio Malamud a Philip Roth cuando este, tras leer el único folio que había escrito Malamud de su nueva novela, preguntó, por cortesía, cómo seguía la historia.

–Y en EBI asistimos a uno sobre la convicción en la escritura literaria.

–Pues bien, curiosamente en EBI lo que se dilucida es si hay que seguir escribiendo o no; hay en ella una lucha entre dos conciencias, la de quien conserva aún la fe en la literatura y en la permanencia de ésta en el futuro y quien, al contrario, desprecia el arte de la escritura, que en otros momentos de su vida tanto le atrajo. Seguir o no seguir. Y el círculo que se cierra si volvemos a Malamud: “Da igual cómo siga o deje de seguir”.

–Pero es también un manifiesto: la verdadera tradición literaria para un autor es la propia. La originalidad está en el punto de vista de lo que absorbe, no en lo “nuevo”.

–Mi nueva novela no hace más que dar continuidad a la tradición del arte de las citas, un arte del que el artista citador Perec fue uno de sus últimos impulsadores, aunque la muerte prematura le impidiera desarrollarlo plenamente. Citar me parece –o se lo parece a Simon Schneider– una actividad necesaria y cargada, además, de sentido común, puesto que parece estúpido tirar por la borda los grandes hallazgos del pasado, el amplio patrimonio de nuestras visiones repentinas, de nuestras clarividencias. Y aún más estúpido no apropiarse de todo aquello que más pueda interesarnos del amplio repertorio de la historia de la literatura.

–Asistimos a una metáfora de la creación: ser epígono es inevitable.

–Menos que epígono: nota a pie de página. ¡Pero qué Nota, cielo santo! La honradez produce siempre satisfacción.

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