El foco o punto de mira sobre mi contemporaneidad yo lo pondría en mi modo de comentar la desaparición del sujeto en Occidente y también en mi forma de trabajar con la intertextualidad en mis libros. Al principio, no sabía por qué citaba tantas frases de otros, me excusaba hablando de Jean-Luc Godard y su manía de las citas. Después, encontré en Perec una explicación a todo: en 1965 mostró un cierto optimismo al decir que la literatura se encaminaba hacia un “arte de las citas”, lo cual, en su opinión, representaba un posible progreso (siempre y cuando en literatura pudiera hablarse de progreso), puesto que tomaba como punto de partida todo aquello que había representado un logro o un hallazgo para nuestros predecesores, pues no era cuestión de tirar por la borda, decía Perec, los grandes aciertos del pasado, nuestro patrimonio de clarividencias: había que saber apropiarse de todo aquello que pudiera parecernos conveniente del amplio repertorio disponible.
Ahora he terminado una novela sobre un personaje, un archivero de citas que trabaja para Pynchon y que al mismo tiempo planea una enciclopedia móvil que contenga -a ser posible- todas las frases del mundo y que, una vez recogidas esas frases, ejerza una tarea crítica, una tarea de aire benjaminiano que exhibiría el carácter escandaloso, banal y estúpido, inmensamente elocuente, de la infinita charlatanería de nuestro tiempo.
(de la entrevista para Tin House de Veronica Scott Esposito)