BEATRIZ DE LEON. REFORMA. 22.NOV 2015 «Después de pasar mis primeros 20 años de vida en una Barcelona siempre bajo la dictadura fascista de aquel general innombrable, París me hizo saber de qué hablábamos cuando hablábamos de libertad», expresa el escritor catalán Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) al recordar los ataques terroristas ocurridos el 13 de noviembre en la capital francesa.
El Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2015 condena los hechos, pero también la respuesta del gobierno francés, y desea que no se repitan aquellos errores cometidos tras el 11 de septiembre de 2001.
«Me he emocionado estos días oyendo cantar La Marsellesa al Parlamento francés», dice. «Pero sobre la respuesta bélica de Hollande, pienso como tanta gente que no es la solución, pues ya se vio en Iraq después del 11-S que no lo era, y creo que ahora necesitaríamos de unos políticos menos holgazanes -alcanzan la poltrona y luego no hacen nada; Rajoy es un ejemplo perfecto de esto-, que supieran actuar con la inteligencia que actuaron algunos políticos occidentales después de la Segunda Guerra Mundial».
Claro que es pedir peras al olmo, lamenta. «La raza de los políticos ha degenerado. Pero aún así habría que procurar que los errores no se repitieran, que no hubiera otro Iraq; han pasado sólo 15 años del 11-S y aún podemos aprender de esos fallos» .
El autor señala que se ha sentido muy mal, muy incómodo, al ver la violencia desatada en una ciudad símbolo de cultura y libertad, una ciudad con la que ha mantenido una relación literaria y personal desde su juventud.
Ahora, después del 13-N, lo invade la angustia por ese París que siente tan próximo. «Ha sido una angustia que me ha afectado muy personalmente. Y la verdad es que los ataques me han descubierto que tengo un afecto por la ciudad de París mucho más profundo del que creía. Es normal, ahora lo veo: en esa ciudad maravillosa descubrí qué era exactamente lo que algunos llamaban ‘una ciudad abierta a la cultura y a la libertad'».
Enrique Vila-Matas estará en México el próximo sábado para recibir el Premio FIL, dotado con 150 mil dólares y entregado durante la inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
El catalán es considerado un autor fundamental, con alrededor de 40 libros de diversos géneros, traducciones a 36 lenguas y múltiples reconocimientos internacionales. En México, es un escritor leído y querido; incluso, como él señala, fue donde primero se reconoció su obra. En entrevista, Vila-Matas recuerda que alguna vez preguntó al escritor poblano Sergio Pitol a qué atribuía ese gusto de los mexicanos por sus libros. «Me lo explicó muy bien: Mi literatura no es central en los cánones literarios convencionales, y México es un país excéntrico. Por ahí se unieron las dos cosas», cuenta.
Para el jurado del galardón tapatío, Vila-Matas se impuso ante los 42 candidatos de 14 distintos países por una obra en la que se entrelazan los distintos géneros literarios y se diluyen las fronteras entre ensayo y ficción.
-Usted afirma que si no hay riesgo en lo que se escribe carece de sentido escribir. ¿Qué opina de la tendencia de muchas editoriales de ir sobre seguro e inclinarse por fórmulas de mercado?
-La padezco yo mismo. Me ha pasado con Marienbad eléctrico, por ejemplo, una pieza breve, pero importante en mi obra. Comentó Edmundo Paz Soldán en una reciente reseña que con ese libro no sólo defiendo una nueva forma de escribir “novelas” sino que presento un excelente ejemplo de esa nueva forma. Pero en Italia, por ejemplo, la editorial Feltrinelli ha descartado publicarla. Y sin embargo el libro va boyante en su trayecto por las editoriales independientes que lo han publicado: Almadía, en México. Caja Negra, en Argentina. Bourgois, en Francia.
Su obra está llena de alusiones a escritores, que entran y salen de forma constante; como personajes o referencias, como una especie de hipertextos que invitan al lector a su propia búsqueda. Robert Walser, Franz Kafka, Witold Gombrowicz, W.G. Sebald, Arthur Rimbaud, Samuel Beckett o el mexicano Sergio Pitol, entre muchos otros, deambulan por el imaginario vilamatiano como presencias, recuerdos o evocaciones. Además, le gusta jugar con la realidad y la ficción, inventa recuerdos, mejora citas literarias y hasta trastoca a personas de su entorno en personajes de su literatura. Y aunque en ocasiones se ha declarado alejado de la política, se asume como un autor al pendiente de la realidad. Incluso, en ocasión del Premio FIL, el escritor destacó su compromiso con el mundo en el que vive, tanto en la obra como en la vida política y social. Porque para él, la experiencia creativa y literaria ayuda a enfrentar el desánimo moral durante las crisis.
«Estoy leyendo un librito titulado Solo, de Strindberg. Ahí puede verse como aquel que se concentra en la experiencia creativa es capaz de sobrevivir a todo», expresa. «Me estimula encontrarme a veces en Barcelona con Rodrigo Fresán. Cuando publicó La parte inventada, le preguntaban de qué iba su libro y él solía decir que era una novela sobre una de los temas más transgresores, más escandalizadores e incómodos que puedan existir hoy: leer y escribir».
El autor asegura que no es nada nostálgico y lleva una buena relación con la tecnología, mas aún extraña un poco el cine de los 60. «Aunque aminoro este problema viendo el cine -estilo producción independiente de los 60- que realiza en Francia mi amiga Dominique González-Foerster junto con su compañero, Tristan Bera. En cuanto al correo ordinario, archivo los e-mails que recibo que tienen calidad literaria, y así disminuyo el drama de la desaparición de la correspondencia escrita. En cuanto a la técnica, soy un hikikomori total; ya sabe, los hikikomoris son gente que se encierra en Japón años sin salir de casa, a solas con su computadora». Hoy, en tiempos de los dispositivos de lectura, cuando la gente lee más, pero no precisamente mejor, Vila-Matas evoca el pasado remoto de la cultura. Señala que no sabe cómo beneficia el libro electrónico a la lectura y al mercado editorial. «Lo ignoro. Dentro del mundo editorial, mi parcela no es la edición, sino la escritura. Sólo sé que decían que el libro electrónico iba a acabar con los libros impresos y todos los periódicos que conozco -como si en ellos se tuviera un recalcitrante odio inconsciente a la lectura- nos alarmaban con eso. Pero no ha tenido lugar, al menos por ahora, la catástrofe que anunciaban.
Y, en estos tiempos globalizados, destaca la función que desempeñan las ferias libreras como la de Guadalajara para evitar esas catástrofes anunciadas. «Espero que su función sea evitar el hundimiento ya definitivo de algo; no sé exactamente de qué, pero pongamos que de algo que a todos nos parece que podría hundirse en cualquier momento», ironiza. Al momento de escribir, Vila-Matas prefiere arriesgarse, movido por la necesidad de encontrar escrituras que interroguen desde la estricta contemporaneidad, que no se limiten a repetir modelos. Como refiere el acta de la FIL, sus temas principales son el escritor que prefiere no escribir, el texto que reflexiona sobre sí mismo y la escritura como un salto al vacío que pone en riesgo tanto al autor como al lector. Siempre dispuesto a jugársela; a no repetir fórmulas ya conocidas, Vila-Matas afirma que si no hay riesgo en lo que se escribe carece de sentido escribir. Sin embargo, hoy la tendencia de muchas editoriales es ir sobre seguro e inclinarse por fórmulas de mercado, un fenómeno que lo ha alcanzado.
En Marienbad eléctrico, novela que comienza a circular en México, habla de moverse en zonas de riesgo, situarse en los límites y «permitírnoslo todo». Pero al cuestionársele si existe hasta ahora algo que no se permita a la hora de escribir recuerda su reciente viaje a China, donde ha publicado cuatro libros este año.En sus libros más recientes, Kassel no invita a la lógica y Marienbad eléctrico, que describe como novelas que entrarían en la categoría de semificciones o «paseos en prosa», hay un giro temático hacia la plástica. A diferencia de sus obras anteriores, llenas de alusiones literarias, en estas novelas se da un acercamiento y un diálogo con el arte contemporáneo. En la primera, narra su viaje al corazón del arte de vanguardia en pleno siglo XXI y, en la segunda, el personaje principal es un escritor interesado en la instalación. Este acercamiento con el arte contemporáneo, además del deseo de buscar algo nuevo, nació de una extraña propuesta que le hizo la artista multidisciplinaria Sophie Calle en diciembre de 2005. «Acepté escribirle una historia que, según me dijo, ella luego trataría de vivir», recuerda.
Mientras preparaba Suicidios ejemplares, Vila-Matas decía: «Voy a terminar este libro y luego ya no escribiré más». Pero ¿habrá cruzado de nuevo esa idea por su cabeza; realmente, se puede huir a voluntad de la literatura, dejar de escribir? «Me divierte que me pregunte esto, porque precisamente acabo de estar en la librería del barrio y de repente, cuando más me estaban hablando de las circunstancias felices por las que atraviesa últimamente la recepción de mi obra, me ha salido del alma decirles: ‘Creo que me voy a retirar’. «Nada más decirlo, me he acordado de cuando tenía 20 años y en las barras de los bares de noche de Barcelona decía: ‘Muchachos, creo que voy a dejar de escribir’. Y todo el mundo me decía: ‘¡Pero si tú no escribes!’. Y, era verdad, aún no escribía y, sin embargo, quería ya retirarme».