FELICIDAD (Una entrada del Diccionario Vila-Matas)

Nueva York, 2006 (foto de V-M)

Nueva York, 2006 (foto de V-M)

La felicidad no es literaria. A diferencia de la tristeza o la desgracia, sobre las que se han escrito miles de libros, la literatura de la felicidad es escasa, aunque algunos de sus pocos autores sean clásicos incontestables: Rabelais, Cervantes, Montaigne, Sterne, Stendhal, Stevenson… La tristeza nos parece más poética, más interesante; peor aún: más inteligente, más sabia (“estúpido y horrible ornamento”, se quejaba ya con razón el Señor de la Montaña en su ensayo “De la tristeza”, que es más bien contra ella). Seducido por el prestigio de la desdicha, Vila-Matas cultivó de joven el arte de la desesperación, como cuenta en París no se acaba nunca, hasta que una duda se introdujo en su pesimismo: “tal vez lo elegante era vivir en la alegría del presente, que es una forma de sentirnos inmortales. Nadie nos pide que vivamos la vida en rosa, pero tampoco la desesperación en negro. Como dice el proverbio chino, ningún hombre puede impedir que el pájaro oscuro de la tristeza vuele sobre su cabeza, pero lo que sí puede impedir es que anide en su cabellera… Ahora pienso que no es elegante sino de verdaderos cataplasmas estar en el mundo sin experimentar la alegría de vivir” (pp. 73-74). /// La obra de Vila-Matas es una de las pocas obras alegres de la literatura moderna. Se trata, sobra decirlo, de una alegría compleja, como la que encontramos en los Ensayos de Montaigne, producto no solo de una buena disposición natural, sino de la reflexión y la experiencia; una alegría que no ignora los abismos de la melancolía, sino que, precisamente por conocerlos, ha decidido afirmarse como tal. La Historia abreviada de la literatura portátil es un libro esencialmente jovial, lúdico, festivo, al igual que sus héroes, los shandys; sin embargo, esta jovialidad (o sea, el dominio de Júpiter) no deja de ser problemática, pues se ve a ratos empañada por Saturno, el planeta de la melancolía. El alma del shandy se debate constantemente entre esas dos influencias. En Suicidios ejemplares, en apariencia, la felicidad no pintaría demasiado, pero paradójicamente varios de sus aspirantes a suicidas lo son porque tienen una alta idea de la misma, porque saben que la vida no puede colmar sus aspiraciones y que solo en el suicidio es posible lograr la realización total. Incluso en la desesperación, sobre todo en la desesperación, es preciso conservar el sentido del humor y reír. En “Las noches del iris negro”, uno de los mejores cuentos del volumen, se perfila una idea de felicidad muy cercana a la del estoicismo (no por nada el relato tiene un epígrafe de Séneca y uno de los personajes principales se llama Catón), no como un estado de exaltación o entusiasmo, sino como una suave tranquilidad del ánimo: “la velada fue inolvidable y también muy alegre, porque la serenidad… no está precisamente reñida con la alegría” (p. 98). Séneca, al que con frecuencia juzgamos como más severo de lo probablemente fue en realidad, no habría podido estar más de acuerdo: “el auténtico sabio está rebosante de gozo, jovial, tranquilo… fruto de la sabiduría es un gozo siempre igual. Tal es el alma del sabio cual el cielo que está sobre la luna: allí reina siempre la serenidad” (Epístolas a Lucilio, VI, 59). /// Este ideal estoico lo encontraremos más elaborado en obras posteriores como Exploradores del abismo (a raíz, sobre todo, del colapso físico ocurrido en 2006): “mis constantes vitales de esta mañana son el sol que saluda los despertares, el descubrimiento del placer de ser cortés, la revelación algo tardía de que todo es excepcional, el despliegue de gentileza en el trato a las personas, la impresión de vivir en plena tempestad de calma, la satisfacción de haber perdido unos kilos, la gestión de la herencia literaria del antiguo ocupante de mi cuerpo, el abordaje suave de una lógica espartana de trabajo, la creencia de que los gordos son los demás, la utilización de la ironía templada como rasgo de elegancia, de tímida felicidad, en definitiva” (pp. 16-17). La alegría frenética de la época shandy (que reaparecerá, aligerada, en Aire de Dylan) ha dado paso una más moderada, aleccionada brutalmente por la fragilidad del cuerpo, pero que no renuncia a sí misma, que se aferra a la felicidad, pese a todo. /// R. L. Stevenson, escritor alegre donde los haya y predilecto de Vila-Matas, escribió en el ensayo “Aes triplex”, síntesis de su ética: “el valor y la inteligencia son las cualidades de más valía para la educación de un buen hombre; la primera parte de la inteligencia es reconocer nuestro precario estado en la vida, y la primera parte del valor es no amedrentarse en absoluto por ello”. Stevenson no opinaba en abstracto. Su vida, que consistió en una larga batalla con la tuberculosis, pudo justificadamente haber hecho de él un Kafka; sin embargo, renunció a la facilidad del pesimismo y tomó un partido decidido por la alegría. Vila-Matas, en Dietario voluble, sostiene una convicción parecida: “no nos engañemos. Se enfriará este mundo, una estrella entre las estrellas y, por otra parte, una de las más pequeñas del universo, es decir, una gota brillante en el terciopelo azul. Se enfriará este mundo un día y se deslizará en la ciega tiniebla del infinito –ni como una bola de nieve, ni como una nube muerta–, como una nuez vacía. Creo que debemos tener en cuenta esto y amar al mundo en todo momento, amarlo tan conscientemente que podamos al final cada uno de nosotros decir: he vivido” (pp. 40-41). La lección de Stevenson y Vila-Matas es a fin de cuentas la misma: es preciso (e inevitable) tomar conciencia lúcida de nuestra fragilidad y la fundamental insignificancia, no digamos de nuestra existencia personal, sino del mundo, pero, una vez hecho esto, tener aplomo y entregarnos a la vida con toda la fuerza y el gozo de que seamos capaces.PABLO SOL MORA (¿Qué es el diccionario Vila-Matas?)

_____________________________________

leiter 8

EL ESTILO DE LA FELICIDAD

 Y, además, se trata de una felicidad que no termina entre sus páginas

Esta entrada fue publicada en Voces de la familia. Guarda el enlace permanente.