Recordaba el otro día John William Wilkinson en su artículo sobre Thatcher que Philip Larkin se decidió a convertirse en un incondicional de la primera ministra el día en que ésta, en el palacio de Buckingham, le dijo que admiraba su poesía y él la retó a citar de memoria un solo renglón. “Su mente permaneció abierta toda la tarde como un cajón de cuchillos”, le respondió Thatcher cambiando ligeramente el original, lo que encantó a Larkin (sigue leyendo)
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